A la clase obrera de Salorino

Ha ya días tuvo el director de El Norte la amabilidad, en él innata, de insertar en sus columnas un articulillo mío alusivo a la acción cooperadora de los elementos conservadores y los chanchullos despreciables de que se valen para filtrarse, cual malignos zooparásitos, por la limpia red liberal y republicana. Esperaba de su instrucción y como corifeos del “prohombre” mallorquín, una respuesta hábilmente concebida por sus próceres y especialmente por los… (no lo digo por no asustar al clericalismo), que basada en lógicos argumentos tuviese que recurrir para mi salvación al misántropo Azorín o a sus secuaces correligionarios.Afortunadamente, me ha respondido el silencio, a pesar de alardear públicamente sus esmeradas culturas y uno de ellos su ciencia políglota, sin duda para que Muley le nombre intérprete de la embajada jerifiana.Respecto a la “dorniére” cuestión, no me entrometeré demasiado por no ridiculizar al “pater, político y hábil plenipotenciario.¿Qué vergüenza será para un reverendo politiquear solapadamente exhortando a los fieles al voto y faltando él mismo a su deber, deber que tiene que ser cumplido con extricta exactitud religiosa?Paulatinamente van estableciendo enemistades, ultrajando con ello su sagrado ministerio e induciendo instintivamente al odio que, cual ponzoña, va en aumento progresivamente hasta un límute del cual no se puede rebasar por la acumulación rencorosa de sus arbitrariedades. Hay que desterrar el dominio clerical con rasgos enérgicos y demostrar que nuestras inteligencias no están adormecidas por la soberanía avasalladora de los potentados y ricachones; tenemos que mirar más alto que donde ellos miren y hacer la guerra social, democrática, basada en los dones envidiados por muchos que se engríen, de que son la honradez y la vergüenza.Ya que nuestra raza rompió con heroicidad las cadenas de la esclavitud, debemos cooperar, coadyugar colectivamente, con rasante igualdad, y unidos a la defensa social, respondiendo en ello a lo que somos, cómo deben respetarnos y merecemos que nos respeten.No deben los árbitros oponerse a la voluntad de los demás. La promesa, el halago, las amenazas, son armas hipócritasy cobardes que docta moral reprueba. La condición esencial del espíritu es la libertad, y la primera condición para que el acto sea personal, es que sea libre.Todos los pueblos, seres colectivos, responden con sus exigencias acertadas o irracionales a la educación que reciben. Por eso debe de repudiarse a los maestros retrógrados, que únicamente producen manifestaciones utópicas, corroyendo todas las capas sociales.No se crea con esto que aludo al ilustre y venerado maestro del pueblo en cuestión, no; me refiero a los que enseñan doctrinas menos sublimes y que son responsables, en determinados casos, de las más viles realizaciones. Hay que demostrar el adelanto, la civilización, el progreso, destronando al despotismo tiránico en que se ahogaban en sangre las protestas airadas de las multitudes. En ellos existe el caciquismo avasallador de los falsos políticos que defienden al personaje que el día de mañana le ha de reportar utilidades.Ya no respetan las críticas situaciones de los necesitados, que faltos del sustento vivificador, reciben con orgullo y altivez una muestra de desprecio se acercarse demandando, a la puerta del rico avariento, el pan para sus hijos, de vida bohemia. Estas acciones, estos actos, impulsan en el colmo del paroxismo a vengar la afrenta de soberbia, clavando sus garras en el pecho, no levantándolas hasta arrancarle su corazón humano. Debemos todos por todos y para todos, extirpar la raiz de este crónico cáncer ultramontano que aniquila nuestras vidas, defendiendo la clase proletaria.Terminé y en ello va expuesto lo que siente mi joven corazón con sinceridad verídica; si en ello va algo de más, espero lo acojáis como desbordes de entusiasmo. La lucha está encima; unámonos y combatamos. REUGEDREB

El Norte de Extremadura | 27 de Diciembre, 1909