La gota de leche

Cayó en lamentable olvido la idea de crear en Cádiz "La Gota de Leche". 

La infancia está diezmada por la mayoría de esas accesorias que, con los pomposos títulos de "La salud", "La vida a domicilio" ó "la Vaca robusta", expenden un líquido blanco que hemos convenido en llamarle leche, pero que realmente se ignora lo que es.

Hay ya en nuestra población tantos despachos de leche, como tabernas, y no por eso los deplorables efectos del alcohol que expenden en estas últimas se neutralizan con los saludables y nutritivos dones de los primeros. Actualmente vemos a dos ciudadanos, ambos débiles, enfermizos, pálidos, vacilantes...

¿Por qué están ustedes así?-se les pregunta.

-¡Porque tomo la mañana y el medio día también, con mucha frecuencia! -nos contesta el curda.

-¡Porque estoy abonado a un despacho de leche y me bebo tres litros! -replica el compañero.

Y ambos no obstante, padecen de idéntico mal: del estómago. ¡El curda lo tiene achicharrado con el alcohol!; su amigo, almidonado con la leche!. Se explica esto con sólo examinar esas vacas arrinconadas en lo más obscuro de una accesoria, que huele y no a ámbar, hozando en verdaderos montones de basura, con la piel desteñida por la suciedad, los ojos mortecinos, el cuerpo esquelético... ¡Traviatas en el último acto y cuando ya la tisis les hace mugir el popular.- "¡Gran Dio, morir tan giovene!". Después de este examen, ¿qué extraño es hallar multitud de niños cuya lactancia basada en los medios artificiales del biberón, se van para otro barrio al poco tiempo de nacer, no de una meningitis, como dicen los médicos, sino de una lechecitis?

Con esto no afirmamos que toda la leche que se vende en Cádiz esté adulterada. La hay legítima como la que venden "Maier", "Villa Antonia" y otros en escasísimo número por desgracia, y por eso es necesario que ya esa "Gota de leche" que se pensó fundar y que merece todas nuestras simpatías, o ya las autoridades, llamadas a perseguir y castigar esos abusos en perjuicio de la alimentación de los pobres enfermos y de los niños, extremen sus cuidados y su vigilancia para que a los ojos de los padres que quieren a sus chicos, no se conviertan las vacas de leche en sierpes venenosas, los biberones en puñales asesinos, y algunas vaquerías en antros del crímen, donde por unos cuantos reales llenan una botella de un filtro envenenado que acaba, lenta y traidoramente, con la gente menuda.

Cádiz por dentro | 27 Abril, 1912