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Esperando al rey

Esperábamos Esperando al rey. Ya tocaba presentar este libro, Esperando al rey, también en Palencia. Ha sido presentado en Madrid, en Santander, en León, Segovia, y al decir de los responsables de la editorial, con una afluencia de público, y con un éxito que les ha sorprendido, pues no creían que iban a ser miles las personas que abarrotan los escenarios donde se está presentando, atraídas por Peridis y sus obras. A nosotros no, puesto que los palentinos seguimos a quien consideramos nuestro paisano, y estamos Esperando a Peridis.



Fernando Martín Aduriz





Me gusta su título, menciona la espera, una figura muy interesante en nuestra época. Elogiar la espera va a contracorriente en un momento en el que esperar no está de moda, y mucho menos hacer esperar. Pero sabemos lo importante que es aprender a esperar. Saber esperar supone vivir dentro de la escena tanto como aceptar humildemente los dones, incluidos los naturales tanto como los culturales. Frente a la necesidad de nuestras sociedades de la ingesta masiva del ansiolítico y del tranquilizante, la espera, como se demuestra en el libro, es una disciplina central de la esperada buena educación. La espera, pues, bien merece formar parte del título de un libro.

Palencia es una ciudad que en su desconocida historia ha sabio esperar. Las tres personas que vamos a presentar este libro conocemos Palencia. Empiezo hablando yo que soy el único de los tres que nací aquí, y que casi siempre viví aquí.
Pero tanto José María como Gustavo están vinculados a la ciudad. El primero porque ha vivido toda su infancia en Aguilar de Campoó, estudiado aquí en los Maristas, ha sido portero de fútbol con los Maristas en La Balastera, pupilo de la señora Amparo, en las Casas del Hogar, y después hombre ilustre, dibujante de una tira diaria en EL PAÍS desde 1976, arquitecto reconocido (aconsejo visitar el Parador de Peridis, el Parador rehabilitado del Monasterio de Corias, junto a Cangas de Narcea, y pasar un buen rato entre una de las Bibliotecas más originales de un Hotel), persona cada día más querida por sus inventos, los inventos de Peridis, que tanto han servido a esta provincia, conocidos de sobra.
Pero es que Gustavo encontró el amor en una palentina, la escritora Esperanza Ortega, cuya familia nos legó a la ciudad el cine Ortega, y de cuyo padre, Teófilo Ortega, publicamos hace poco un texto de psicoanálisis en la Revista Análisis.

Gustavo y Peridis no se conocían, aunque ambos son muy conocidos en España. Gustavo y yo somos psicólogos, él ahora no ejerce, algo que se han perdido los niños que trataba, pues sus colegas vallisoletanos hablaban de su especial ojo clínico, como pueden sospechar quienes han leído sus novelas. Ambos somos columnistas de periódico, él muy bueno, de los mejores, y ambos admiramos la tira diaria de Peridis en EL PAÍS.

Gustavo fue Premio Nadal, uno de los galardones más importantes en las letras españolas, por su novela Las historias de Marta y Fernando.
Peridis, premiado en esta su primera novela con el Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio. Aún cuando bien pudieran haberse titulado Las historias de Teresa y Fernando, pues muy posiblemente puede leerse esta novela histórica como una buena novela de amor.

Para Palencia este libro es una buena oportunidad de que nos adentremos en nuestra historia. Por sus páginas desfilan Carrión de los Condes, Husillos, San Salvador de Cantamuda, Osorno, Herrera, Becerril, Villaescusa, Tremaya, Lebanza, Las Tuerces,…¿Un libro que contribuye así a la promoción turística de nuestra provincia? Bueno, sabemos que el admirado Delibes tiene en su ciudad ya recorridos por donde discurre su novela El hereje.

De hecho ya he conocido los primeros indicios de que eso puede ser así:

Una lectora de Esperando al rey me ha contado que se le ha abierto el apetito de ir a Carrión a ver el Pantócrator y comprobar también cómo los ojos del maestro Mateo pudieron fijarse y desde qué balcón de la belleza de la construcción de su hijo Mateo, y de Fructuoso el cantero lebaniego. Diré que el sábado estuve conociendo por vez primera los tejados de la catedral de Santiago de Compostela, donde tropezara el joven rey Fernando, rescatado por Mateo ante la mirada atenta de la joven Cecilia.

Y luego está la página 108. Y el Monasterio de Santa María de Aguilar de Campoó. En una ocasión y ante un Foro de psicoanalistas muy numerosos reunido en Madrid, ya mencioné, ante Peridis, que iba a hablar a continuación, lo extraordinario de constatar cómo se persigue, desde la infancia, el objeto que causa el deseo. Peridis vive de niño frente a un Convento caído, es la imagen que queda en su retina y lo que alienta, junto al deseo de su Otro materno, los trazos de su vida. Y la página 108 de su primera novela vuelve a colocarnos en esta pista: “El Conde Osorio, como copropietario del Monasterio, aprovechó la visita para hace una inspección del cenobio, porque no parecía que en aquel recinto hubiera orden ni disciplina…Se nota que este lugar necesita reparaciones urgentes. ¿A que esperáis, padre abad?…” El autor hace decir a sus personajes, de nuevo, lo que ha sido el gran asunto de su vida. De hecho en otro de sus libros, El cabo caricaturas, nos narra que “sueño, con mucha frecuencia, con el monasterio de Santa María. Algunas veces acontece que en el sueño aparecen las ruinas de enormes criptas abovedadas, descubiertas fortuitamente, a las que se añaden múltiples claustros enteros que se suman a los viejos restos del antiguo Convento Caído. Entusiasmado por los hallazgos, me pongo inmediatamente manos a la obra, porque me doy cuenta de que a pesar de todos los trabajos realizados todavía queda mucha restauración pendiente”. Y añade, “algo querrá decirme el inconsciente”. También en la página 285 se habla de “una heredad con casa en Aguilar junto al río Pisuerga para que instalen su taller de ornamentos…y podrían encargarse de arreglar el convento de Santa María”.

Lo que perseguimos desde la infancia nunca parece cumplirse, siempre el deseo apunta a un más allá. Por eso podemos leer un libro desde una frase, como nuestra vida puede leerse con reducción, a mínimo, con pocas líneas explicativas, incluso desde un enunciado acotado. Así es como, siguiendo la ruta de mi profesión de psicoanalista, he creído encontrar en este libro de Peridis un enunciado central. Se produce en el encuentro que tienen en la villa de Aguilar la reina doña Leonor, mujer de Alfonso VIII, y una muchacha del taller de bordados. La reina refiere que su madre siempre le ha dicho que “tenemos que alcanzar nuestros sueños”, y al escuchar de labios de la muchacha, que “un amor imposible me expulsó y las cadenas me retienen”, le suelta la frase que puede servirnos de herramienta de lectura de este libro así como de la búsqueda de nuestros deseos y de la buena posición de sujetos deseantes. Le dice la reina Leonor que “el amor siempre es imprudente”.

Esperando al rey o las imprudencias del amor. García Márquez dejó escrito que en el siglo XX habíamos perdido lo mejor del XIX, el idealismo febril, y la prioridad de los sentimientos, en especial el susto del amor. El amor y sus sustos, lo que nos hace llorar el amor, lo frágiles que son las parejas constituidas por amor, pero lo imposible de no enamorarse a poco que seamos imprudentes.

Realmente quien no ha conocido los riesgos del amor, los quebraderos de cabeza, las delicias del secreto y de la clandestinidad, o las infinitas dudas, por no mencionar la espera de los enamorados, las esperas interminables, quien no se ha arriesgado imprudentemente puede vivir como extrañas las reacciones de los personajes de esta novela. Puede desconocer el alcance de la reiterada afirmación del autor, hasta en siete ocasiones, incluida la frase final del libro: “¿Acaso se les olvida algo a los amantes?”

Este libro puede leerse como un buen ejercicio de memoria: lo imposible de olvidarnos de los sustos que nos da el amor, de lo imprudente que es el amor siempre, como le hace decir Peridis a la reina doña Leonor. Y que nuestra historia común de la que hablan las piedras que nos rodean, los castillos que nos miran, las torres y puentes que pueblan nuestro paisaje, los monasterios e iglesias, y las Catedrales, merecen ser recordados de continuo, porque lo imprudente es no amar nuestra tierra, como imprudente es no reconocer también a los escritores que nos la evocan. Les paso a ellos la palabra, no sin agradecerles a todos ustedes que abarrotan este Teatro por la imprudencia de acudir una tarde/noche de diciembre a la presentación de una novela de amor a nuestra tierra. Muchas gracias.

Fernando Martín Aduriz. Illa de Arousa-Santiago de Compostela-Palencia, 30 de noviembre de 2014.

Ver también:
Entrada sobre Esperando al Rey de Froilán de Lózar en Curiosón
Esperando al Rey
José María Pérez, Peridis
Editorial Espasa

Palencia, Teatro Principal, 1 de diciembre de 2014.




De la sección del autor en "Curiosón"
"Vecinos ilustrados" @Aduriz2012

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