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El indiano de Piedrasluengas

SÉPTIMA EDICIÓN

Benigno Ferreiro, natural de Vivero (Lugo) emigró a Cuba en su juventud e hizo fortuna [335]. Una familia cubana le había nombrado su representante en España para liquidar una gran herencia en el término municipal de Reinosa. El 16 de julio de 1954 llega a la villa cántabra acompañado de su abogado Martínez de Diego para entrevistarse con los herederos. En el transcurso de la conversación, advierten que es preciso hacer aclaraciones sobre unas fincas enclavadas en Población de Suso.
     Después de varios viajes entre Naveda y Reinosa, caen en manos de unos secuestradores que, armados, retienen a Benigno, exigiendo al abogado y al resto de herederos que les acompañan, un millón de pesetas. Son un grupo de guerrilleros, antiguos soldados republicanos que llevan años viviendo en los bosques y escapando de los guardias. Uno de los secuestradores, de baja estatura, dio las órdenes precisas: “Hoy es sábado. El lunes, en este mismo automóvil y una sola persona que no sea ninguno de los tres, saldrá con el dinero hacia la carretera de Palencia a Madrid. Cerca de Aguilar de Campoó, el mensajero debe tomar la carretera que pasa por Cervera de Pisuerga y San Salvador de Cantamuda, hasta Pesúes.

En el camino encontrará una rama de árbol y allí deberá detenerse. ¡Hagan esto y no se les ocurra avisar a las autoridades porque al menor descuido a este hombre le costará la vida!”. El letrado y los dos herederos que acompañaban al indiano emprendieron la marcha, mientras los secuestradores y el desventurado Benigno Ferreiro se perdían entre los matorrales del monte.
     Aunque los compañeros de Benigno tenían como misión conseguir el dinero y tratar de evitar la intervención de las autoridades, la noticia se fue extendiendo hasta llegar a conocimiento de la Guardia Civil. Determinada persona se prestó a proporcionar el dinero y, al final, terminaron aceptando un plan organizado por las autoridades. Cientos de guardias cercaron una importante cantidad de terreno, de forma eficaz, sin que las gentes de los pueblos de la zona se percatasen de su presencia.

     A las nueve y media de la noche, hora indicada por los guerrilleros, partió de Reinosa el automóvil propiedad de don Benigno. Recorrió la ruta tal y como le habían advertido los secuestradores. En las inmediaciones de la Peña de la Hoz, cerca del pueblo de Piedrasluengas, los ocupantes advirtieron la señal convenida en el centro de la calzada: una rama de árbol cruzada en la carretera. Frenaron y a su izquierda apareció el hombre bajito de la noche anterior. Llevaba una alforja al hombro. En la mano derecha la metralleta y en la izquierda una bomba de mano. En el interior del automóvil, camuflados, iban tres guardias civiles. Algo debió sospechar el emboscado porque uno de los guardias, creyendo ser descubierto, disparó sobre él. El secuestrador, herido aunque no de gravedad, se lanzó monte abajo abandonando la metralleta, la bomba y la boina [336].

     El disparo sembró la alarma en toda la zona. Comenzaron a salir sombras de la espesura, de las veredas, de los caminos. Un centenar de guardias que durante la madrugada peinaron todo el contorno sometido a vigilancia. A cien metros de la carretera, en la parte opuesta del barranco, se halló el cadáver del desventurado Benigno Ferreiro. Presentaba la cara cubierta de sangre que manaba de un profundo agujero en la frente. En un principio se creyó que se trataba de un tiro, pero la autopsia lo desmintió posteriormente. Aquel agujero se le hizo con un objeto contundente y puntiagudo, probablemente, con el percutor de una pistola del nueve largo. Según unos, Benigno pudo morir accidentalmente y según otros, en represalia por la emboscada de los guardias.

     El secuestrador herido fue recogido por un palentino, que logró pasar todos los controles de la Guardia Civil, que no debían de ser pocos, y trasladar al maquis a Bilbao, donde un médico colaborador de la guerrilla se encargó de curarle. En 1954, cuando se produjo el secuestro del indiano, la Agrupación de Picos de Europa estaba casi aniquilada y, además de Angel Ayala “Guanín” y Francisco Bedoya, sólo permanecían activos Santiago Rey Roiz y José Marcos Campillo, por lo que se deduce que fueron estos los que realizaron el secuestro [338].

     Posteriormente, Rey Roiz y Campillo fueron descubiertos tras realizar un secuestro en Valmaseda el 29 de junio de 1955 y huir a Francia [339]. Para recuperar a su hijo secuestrado, la familia pagó un millón y medio de pesetas, otros autores hablan de un millón, en billetes cuyos números estaban controlados. Poco después se localizó uno de estos billetes en Almería y desde ahí se pudo seguir el rastro de los maquis hasta Pau (Francia) y allí se descubrió que el dinero había sido cambiado por Campillo.

     Algunos de los billetes controlados se localizaron en casa de Cuesta, minero que había sido socio de Benito González Tejerina y que antes se había exiliado a Francia con los restos del ejército republicano en la retirada de Cataluña de 1939 [340]. Se trataba de uno de los muchos mineros que en 1936 pasaron de Barruelo a la zona republicana y los guerrilleros le utilizaron para llevar a cabo sus secuestros [341].

     Ángel Casas, al final de la historia que protagoniza el indiano Benigno Ferreiro, trata de averiguar el pueblo y la casa donde estuvo refugiado el maquis herido en el secuestro, antes de ser evacuado a Bilbao. Expone dos versiones, dudando su informador si fue Herreruela de Castillería o San Martín de los Herreros. Se trata de dos pueblos distantes entre sí, aislados, con mala comunicación, lindando ambos con el monte que llega hasta las casas. Pero no deja de seguir siendo una incógnita.

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[335] Alvarez, Pedro: Juanín, el último emboscado de la postguerra española, Santander, 1998. En la revista cubana Bohemia apareció un artículo que hablaba de este gallego emigrado a Cuba y de su familia, el 21 de noviembre de 1954, firmado por José Quilez Vicente.

[336] Casas Carnicero, Angel: El maquis en la Montaña Palentina, en Colección de Historia Montaña Palentina, número 1, Cultura & Comunicación, 2006.

[338] Cos Borbolla, Jesús de: “Ni bandidos ni vencidos”, Santander, 2006. Hermenegildo Campo “Gildo” y José García “Pin, el asturiano”, habían fallecido en un encuentro con la Guardia Civil el 20 de octubre de 1952, y Venancio Guerrero, “Quintiliano”, murió en otro encuentro con los guardias el 16 de abril de 1953.

[339]  Obregón Goyarrola, Fernando; “República, Guerra Civil y Posguerra en los Valles de Liébana y Peñarrubia, (1931-1957), Maliaño, 2007

[341] Casas Carnicero, Angel: El maquis en la Montaña Palentina, en Colección de Historia Montaña Palentina, número 1, Cultura & Comunicación, 2006.



"Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería".
Editorial Aruz, 5ª Edic, Julio 2014.

Un exhaustivo estudio de la historia, las tradiciones, los personajes, las leyendas y las anécdotas de los pueblos que se encuentran entre Cervera de Pisuerga y el Puerto de Piedrasluengas. El libro recoge el trabajo de investigación realizado en los últimos 30 años por el autor perniano Froilán de Lózar.

Gremio de Editores de Castilla y León, Octubre de 2011


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