Fue hasta hace muy pocos años, uno de mis mejores compañeros de correrías montaraces. Él me enseñó sendas, fuentes, cuevas, plantas y alimañas. A unas amaba a otras odiaba, eran sus –como él decía - queridas enemigas, enfrentados siempre, por su solitario y mal valorado oficio de pastor meritero. Aunque en estos últimos años, era: «pastor de lo suyo», su gran sueño; porque siempre decía: «mal come, el que de otro espera el pan y mal caga, quien tiene el culo arrendao».
Gonzalo Alcalde Crespo
Escritor
Casi chaval yo, lo conocí cerca de su majada. Uno de sus mastines, «goloso», se empeñó en no dejarme pasar a buscar refugio en la misma, cuando un cielo vengador amenazaba tormenta; una de esas tormentas de las que únicamente saben los pastores de montaña y los locos que nos perdemos por ellas. Cuando estaba dispuesto a descargar un posible acertado palo en el hocico del crespo cancerbero, apareció a la puerta del chozo, quien luego se me presentaría como: Vitruvio Holman (pronunciado por él Jolman) Retuerta, natural de Campo de Criptana (Ciudad Real), para servir a Dios ya usted. “Vivio”, como con el tiempo él mismo me enseñó a llamarle, me dio cobertura y queso durante las casi dos horas que duró la «pedrisquera», no sin antes enseñarme sus aposentos, más cueva que vivienda en aquel entonces. Al pasar de los años mejoraron el chozo y él mismo decía que estaba: «como un señorito, sólo me falta una chavala y veinte años menos». Cuando con su amenazante voz me salvó del acoso del mastín, él me pidió perdón en nombre propio y del animal explicándome que «el perro es ferócido de nación, lo que pasa es que no está madurable entavia, pero haciéndole coger un rato de asquerosidad hacia las personas indudables no hay quien se atreva a atravesar el pretil del portón». Vivio, era un hombre leído sobre todo de pequeño, mientras vivió su madre, maestra viuda. Al quedar huérfano, quedó a cargo de unos vecinos; ya que no tenía familia conocida por parte de madre y de padre menos, del que únicamente sabía que fue un alemán técnico de las minas de Almadén y al que aunque su madre se había empeñado en enterrar por culpa de un accidente, aunque él pensó toda la vida que les abandonó...
Poco más se puede añadir en esta entrada de Gonzalo, un recuerdo a Vitruvio, ahora que se acerca la época estival cuando se recuerdan los rebaños retornando a las sierras.
ResponderEliminarPróximamente recordaremos otra entrada de nuestro escritor en la que dibuja espléndidamente nuestra tierra, a la que siempre cantó y defendió con ahínco.
Encantados de rescatarlas en nuestro blog y compartirlas con tantos amigos.