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Manolo Nestar, (V) | Curiosón

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Manolo Nestar, (V)

  • Todos los coches y limpiabotas de Bilbao, al servicio de Nestar. 
  •  Una función de teatro para él solo.

 
Dacio Rodríguez Lesmes



El dinero se ha hecho redondo para que ruede. He aquí la filosofía de Manolo Nestar. Una filosofía estóica, aunque parezca paradójico. El “sustine et abstine”, pero con la interpretación del optimista. Nada de convertir el vil metal en ley de la vida. Es poco elegante y al mismo tiempo le ata a uno a las convenciones de la sociedad, contra las que un Diógenes, por ejemplo, se revolvía contentándose con el sol que le tostaba al borde de su tonel y despreciando con su alforja de habas al rey más poderoso de la tierra, a Alejandro el Grande. ¿Qué el que tiene dinero pinta madero? Pero al dinero, al loco y al aire, conviene darle aire. El dinero del avaro va dos veces al mercado y es uno más señor cuando menos se ata a quien según el sentir común todo lo vence y lo domina. Despreciar el dinero es un heroísmo. Como lo es el freir con billetes un par de huevos o prender un habano con un papiro de cien pesetas. Esto lo ha hecho Nestar. ¿Una tontería? Todo es cuestión de palabras. A lo mejor resultamos más tontos los que hubiéramos querido arrancárselo de la mano para no verlo consumirse en la satisfacción de un capricho. ¿Caprichos? –dice Manolo. ¿Y qué no es un capricho en la vida? Además, en mi zaranda nadie manda.

Nestar, al hablarnos de sus aventuras en Bilbao, hace al entrar en materia esta justificación inicial. El Bilbao que encontró Nestar era el Bilbao intermedio entre el de Unamuno y el de Zunzunegui. Un Bilbao laborioso, sí. Un Bilbao jaranero. Amigo, como hoy, del buen comer y del buen beber. Que sabe ganarlo y sabe también gastarlo. Y allá se lanzó Nestar, como Tenorio en sus andanzas por Roma, a la puerta de su alojamiento en la ciudad del Nervión, Manolo fijó este cartel: “Aquí está Manolo Nestar”. Todos los Pepe Suárez vizcaitarras “mordieron el polvo” ante el chiquito o la cerveza. ¡Tampoco en Bilbao tuvo enemigos¡ Entonces Manolo pensó asombrar a los bilbaínos, volcando el cuerpo de la fortuna, que allí parece clavado en la tierra como un mástil más de sus arboladuras navieras o de sus chimeneas fabriles. Y un día...

Todas las entradas de un teatro

Existía una enorme expectación por una Compañía que debutaba en el teatro más céntrico. Nestar se adelantó a la taquilla y adquirió todo el billetaje. Minutos antes de comenzar la función, Nestar entró en el teatro y se sentó en una butaca. Desolación entre los cómicos. ¡Qué fracaso¡ ¡Vaya un debut más espantoso¡ Ignoraban la hazaña de Nestar. Entraron tres del “tifus”. Nestar se adelantó hacia ellos y les pidió la localidad.

—¡Nosotros entramos gratis¡
—¡Pues esa localidad que ocupan es mía¡

Pasaron a otra y Nestar volvió a la carga. Media hora los tuvo saltando todas las filas de butacas, hasta que sonriente les dijo:

—Amigos, se lo han ganado. Les autorizo a ver la representación, porque han de saber que todo el teatro es mío. Y dirigiéndose a los actores gritó en voz alta:
—Señores, pueden comenzar cuando quieran.

Con cuatro personas tuvieron que dar la función.

Todos los limpiabotas

—¿No contrató usted una vez todos los limpiabotas?
—Sí, fue una víspera del dos de Mayo, en las que en Bilbao se celebraban grandes fiestas con txistularis y bailes. Yo reuní a todos los limpias y les pagué los servicios de la noche, a condición de que no atendiesen a nadie más que a mí. Se armó la que era de esperar, pero los limpias cumplieron bien su compromiso. Sólo uno falló.
—Oiga, don Manolo, Fulano está limpiando a un señorito, vino a denunciarme uno.
—¿Dónde?
—Allí.

Sin preguntarle si sabía nadar, lo tiré a la ría. El otro no esperó más. Temió que con él hiciera lo mismo. Y llegó un guardia. Con una barcaza sacamos al náufrago. En cuanto tocó tierra, puso pies en polvorosa. Yo le llamé para resarcirle del mal trago.

—¡Que no, que no, don Manolo¡. Ya está cancelado el compromiso.

Todos los taxis para Manolo

Otro día, llovía copiosamente en Bilbao. Tomé todos los coches de punto para mí. Corría la gente en una y otra dirección a la caza de un “taxi”. Ineludiblemente, encontraron bajada la bandera.

—Eh, taxi
—Está ocupado

Desfilaron todos en fila por el Paseo del Arenal. Yo montaba en el último. Sudoroso, calado hasta los huesos, me encuentro al amigo Enrique, de aquí, de Cervera.

—Hombre, Nestar –me grita. No encuentro un taxi
—Pasa, hombre, pasa. Todos son míos.

La isla cacharramendi

Durante su estancia en Bilbao, Nestar realizó otro proeza. Pasar a la Isla Chacharramendi en un coche, sin barandilla, con Fabián Bilbao, el picador de “Cocherito”. Nadie se había atrevido nunca a hacerlo.

Hemeroteca "Diario Palentino"
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1 comentario:

Unknown dijo...

GRAN TIPO MI ABUELO !!!

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