dijo el cisne al jilguero.
-¿A cantar me provocas,
cuando sabes que de mi voz la dulce melodía
nunca ha tenido igual entre las aves?
El jilguero sus trinos repetía, y el cisne continuaba:
-¡Qué insolencia! ¡Miren como me insulta el musiquillo!
Si con soltar mi canto no le humillo,
dé muchas gracias a mi gran prudencia.
-¡Ojalá que cantaras!- le respondió por fin el pajarillo.
¡Cuánto no admirarías con las cadencias raras
que ninguna asegura haberte oído,
aunque logran más fama que las mías...
Quiso el cisne cantar y dio un graznido.
Gran cosa ganar crédito sin ciencia,
y perderle en llegando a la experiencia.
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