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La democracia en América

Uno de los más grandes pensadores del siglo XIX: Alexis de Tocqueville.


El objeto de este ensayo, al menos la intención última, es llegar a comprender los postulados básicos de su teoría.


Begoña Abad Miguélez
Profesora del Departamento de Sociología
Universidad del País Vasco




Nacido el 29 de Julio de 1805, en París, había heredado de su padre la experiencia de la administración. Después de cursar estudios de Derecho, llegó a ser magistrado en Versalles.

Aunque su familia sea legitimista, acepta servir a la Monarquía de Julio y, aunque juzga severamente a los revolucionarios de 1.848, será ministro de la Segunda República. Todas estas adhesiones de índole diversa ponen de manifiesto que Tocqueville estaba por encima de todo tipo de partidismo y las realiza con el objeto de ser útil, porque cree en la continuidad del Estado.

En cuanto a sus inquietudes intelectuales, fue testigo de dos revoluciones: la democrática y la industrial, cuyo impacto sobre el orden tradicional, le proporcionó temas para la mayoría de sus escritos. Toda su vida estuvo dominada por la tensión entre valores tradicionales y modernos. Convencido de la irreversibilidad de la democracia, estaba también obsesionado por la desaparición de los valores tradicionales de los que durante muchos años había dependido la libertad europea.

Sus dos obras más representativas son : "El antiguo Régimen" y "La Revolución". (1856). El primer volumen se detiene al comienzo de la Revolución: el autor muestra cómo la centralización administrativa es fruto del Antiguo Régimen y no de la Revolución o del Imperio; La Democracia en América", cuya primera parte (1835) estudia la influencia de la democracia sobre las instituciones, mientras que la segunda (1840) estudia la influencia de las instituciones sobre las costumbres. De esta última obra, que le granjeó el éxito como teórico político, y en concreto de los capítulos 32, 33, 34, 37 y 38 correspondientes a la segunda parte, nos ocuparemos en el presente estudio.

Alexis de Tocqueville pertenece a la generación de 1830 y como el resto de sus contemporáneos se encuentra frente a una realidad política que ya no presentaba el esplendor de épocas pasadas, sino que, por el contrario, él ha puesto sus ojos en el futuro. Frente a una realidad política caótica, al menos en el contexto europeo, donde la Revolución de 1879 había puesto en litigio las tendencias que luchaban por hacer prevalecer sus concepciones sobre los ideales expuestos en la Declaración de Derechos; en un momento histórico en el que los ideales liberales, a los que se adhiere el autor, prevalecían en los espíritus, mientras en la praxis política la encarnación e dichos ideales era cada vez más difícil, Tocqueville fija sus ojos en América donde se estaba realizando con éxitola experiencia democrática. Tocqueville se plantea cuáles son los principios democráticos en América, los principios generales de cualquier Estado democrático y qué posibilidades hay de que un régimen similar pueda establecerse en Francia.

Este es el leiv–motiv de su obra y el impulso latente que conduce al autor hasta América. La América que visita Tocqueville es la Jacksoniana—jackson (1767–1845) fue presidente de EE.UU. en 1829–1837 que vuelve a las fuentes de la democracia jeffersoniana: desconfianza respecto a los privilegios y a los monopolios, retorno a los principios de la declaración de independencia, insistencia en la igualdad de los derechos.

Con los datos recogidos durante su estancia en este país configura la obra que nos ocupa. Como él mismo afirma: "América, sobre todo en la segunda parte del libro, no es más que un pretexto porque a quien realmente se dirige es a las sociedades modernas en general".

"Su fin no era sólo un análisis histórico–sociológico de las instituciones americanas, sino, un examen del problema democrático, de los efectos y peligros de la igualdad en todas las condiciones y sobre las relaciones civiles en el seno de una sociedad democrática" [1]

El método empleado es el de un observador sistemático, un empiricista que no afirma nada que no tenga una base real o provenga de textos básicos y fiables.

En cuanto a la estructura y composición del libro, dos son los temas fundamentalmente tratados:
  • Instituciones norteamericanas como expresión de las costumbres y estilo de vida en EE.UU.
  • Principios en que se basa un Estado democrático.

En la primera parte de la obra dedicada a la descripción de la sociedad democrática americana, se desarrolla el primer tema. En ella se describe:
  • Funcionamiento de los tres poderes de la Unión.
  • Estructura de los tribunales y funbdamentos del Poder Judicial.
  • Cuerpos legislativos y organización del poder ejecutivo federal (Constitución Federal).
  • Sistema bipartidista.
  • Importancia de las asociaciones.
  • Poder de la mayoría y sus efectos.
  • Influencia de las costumbres y la religión en el mantenimiento del sistema democrático.

En la segunda parte, más abstracta, se desarrolla el segundo tema, esto es, la teoría del Estado democrático son la igualdad de condiciones y la teoría de la representación que hace referencia al problema de quienes detentar el poder político en una sociedad. Aquí manifiesta Tocqueville su miedo ante una posible tiranía de la mayoría, que ejerce la soberanía en nombre del pueblo. Para evitar el despotismo de los elegidos, para que el pueblo pueda controlar a sus representantes, Tocqueville elabora "la Teoría de la asociación" que será a la vez un fundamento político y ético del Estado democrático.

Análisis del contenido del Texto

Alexis de Tocqueville es ante todo un pensador político antidogmático que mediante análisis rigurosos descubre las relaciones entre ideas y hechos, profundizando las problemáticas que plantean la existencia social y política del hombre contemporáneo, hasta llegar a presentar un esquema interpretativo de cierto conjunto de fenómenos sociales representativos.

Por tanto, a la hora de elaborar su tesis siempre tiene en cuenta lo observado en la realidad; esto es, los supuestos reales. En el caso de su obra "La democracia en América" esto se manifiesta en el análisis de la sociedad americana y de la forma como se organiza allí la democracia. A partir de este análisis empírico, deduce una serie de principios teóricos que caracterizarían a una sociedad democrática, de manera que la sociedad americana pasa a ser ya un mero pretexto.

Este es para él el principio fundamental de la historia europea; principio que había empezado a extenderse a finales de la Edad Media y era ya casi universal en Europa, alcanzando todas las esferas de la sociedad y la cultura.

La pasión por la igualdad significa acabar con los privilegios de las edades aristocráticas, pero más que en aras de la justicia, en aras de la uniformidad; uniformidad, no sólo legislativa, sino también filosófica, religiosa y política, temas sobre los que los hombres de las edades democráticas tendrán ideas sencillas, similares y generales.

El problema que Tocqueville descubre en este igualitarismo es que no tiende a elevar a los hombres a niveles superiores de realización cultural, política o ética, sino que pretende atraer a los prepotentes hacia los niveles de los débiles de manera que la humanidad cae en servilismo.

Nos encontramos así con que Tocqueville definirá el igualitarismo, gran peligro con que se enfrenta la democracia, con fuerza irracional que homogeneiza creando un hombre, el del siglo XIX, con unas peculiaridades psicológicas: conformismo social, hedonismo, egocentrismo, sensualismo... que le conducen a la satisfacción de necesidades primarias, materiales y banales y le llevan a reaccionar con delirio ante cualquier intento de diferenciación, arrasando todo signo de cultura, de originalidad.

"Veo una multitud innumerable de hombres semejantes e iguales, que dan vueltas sin descanso sobre sí mismos, para procurarse pequeños y vulgares placeres".[2]

Existe, según Tocqueville, otro principio caracterizador de la democracia: el individualismo.

Este sentimiento extraño a una sociedad aristocrática, supone una ruptura del vínculo social que enriquece humana y socialmente al individuo. Contribuye, pues, a degradar al individuo al reducir sus intereses, deseos y valores a la más absoluta mediocridad de una vida privada, aislada. Los hombres de las sociedades igualitarias están volcados hacia sí mismos y han perdido toda preocupación comunitaria. El individualismo igualitario diluye al individuo en la masa, en la sociedad cuya sabiduría y derechos están sustituyendo los derechos individuales.

"La idea de un derecho inherente a ciertos individuos, desaparece...; la idea del derecho todopoderoso y único de la sociedad viene a ocupar su sitio." [3]

"La unidad, la ubicuidad, la omnipotencia del poder social, la uniformidad de sus reglas, forman el rasgo sobresaliente que caracteriza a todos los sistemas políticos nacidos en neustros días".[4]

En este contexto los hombres se sienten independientes, y confunden esa independencia con libertad, pero débiles, puesto que no pueden contar con el apoyo de sus conciudadanos totalmente desconocidos y anónimos y desde el punto de vista del igualitarismo tan débiles y seguros como ellos mismos. Así el individualismo conduce a los hombres a la anarquía, pues que ninguno, siendo todos iguales, puede arrogarse el derecho e imponerse sobre los demás.

Esta inseguridad es la que da pie a la concentración del poder, tercero de los rasgos característicos de una sociedad democrática. Tocqueville afirma que existe una afinidad entre igualdad social y centralización política.

"La igualdad sugiere a los hombres el pensamiento de un gobierno único, uniforme y fuerte" [5]

El gobierno central es el único capaz de garantizar la estabilidad y la tranquilidad política, es el único que puede acabar con la anarquía, y es además, como representante de los intereses colectivos, el único sostén para su debilidad. Surge así un poder centralizado, un Estado que asume cada vez más derechos y extiende sus atribuciones dando lugar a un nuevo despotismo. Nuevo, porque ya no es el despotismo de uno solo, sino el de mayor número, la tiranía de la mayoría justificada por el hecho de que la pasión por la igualdad desarrolla en los hombres de las edades democráticas el gusto por las instituciones libres, pero a la vez fomenta en ellos la necesidad de ser conducidos, pasiones que sólo pueden satisfacerse combinando la centralización y la soberanía del pueblo, imaginando un poder único, todopoderoso, pero elegido por los ciudadanos. Nuevo porque no será violento, sino suave y tutelar, de manera que degradará a los hombres sin atormentarlos. [6]

En cuanto a las atribuciones de este nuevo poder central, Tocqueville señala como las más caracterísitcas:

  • —Despotismo por parte de la burocracia. La relación entre centralización administrativa e igualitarismo social no sólo es histórica sino también funcional.
  • —El gobierno concentrará en sus manos todos los poderes políticos y administrativos, pero, además, intervendrá en la vida privada de los ciudadanos (educación, religión, arte...., dirigidos y controlados desde el Estado, en una palabra: "Cultura de masas"), con lo cual se convierte en regulador de laslibertades individuales, principio rechazado a priori por el pensamiento liberal del que participa el autor.
  • —Tendrá un papel importante en la economía asumiendo la dirección de la industria pública y privada.

"Por encima de ellos se alza un poder inmenso y tutelar, que se encarga de asegurar su bienestar y velar por su suerte. Es un poder absoluto, detallado, regular, previsor y suave... (...) Trabaja a gusto por su felicidad, pero quiere ser su único árbitro; provee a su seguridad, prevé y asegura sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales asuntos, dirige su industria, regula sus sucesiones... ?no puede suprimirle por completo el trastorno de pensar y el trabajo de vivir?". [7]

Es decir, por encima del individuo particular, singularmente formado y condicionado, se levanta un gran monstruo, Leviathan, que con carácter paternalista planifica y regula la vida de los hombres cuyos interesas más altos de realización ética han delegado en manos del Estado, quien, a su vez, sólo se preocupa de satisfacer sus necesidades más mezuinas, creando así masas incultas pero satisfechas, que han errado su camino al convertir el igualitarismo individualista en la meta de su realización humana, cuando a lo único que les conduce es a la deshumanización.

Tocqueville es aristócrata por instinto pero su razón le confirma el irreversible avance de la democracia. No se trata de reconstruir una sociedad aristocrática, sino de encontrar los medios para paliar los errores de la democracia. Paliar esos errores significa garantizar la libertad , ideal válido por sí mismo y, por lo tanto, indubitable. De hecho, toda su obra es una meditación sobre la libertad: "el contraveneno necesario de la igualdad extrema" [8]

Para Tocqueville la única idea posible para garantizar esa libertad es la instauración de un pluralismo social y político, algo que él ha observado en América. Según éste, los mecanismos públicos que expresan la pluralidad son, en América, el federalismo y la descentralización. Esto significa: resurgir de asambleas administrativas tanto municipales como provinciales con miembros elegidos, de manera que los ciudadanos se vean obligados a abandonar su abulia, fruto del individualismo, para preocuparse de la organización y dirección de los asuntos públicos; la implantación de un cuerpo judicial independiente, la inmunidad parlamentaria...

En definitiva, un resurgir de las autoridades "secundarias" o "intermediarias", que actúan como contrapeso y como intermediarios entre el individuo y el gobierno central.

"En lugar de entregar al soberano solo todos los poderes administrativos que se les quitan a las corporaciones o a los nobles, se puede confiar una parte a cuerpos secundarios temporalmente formados por simples ciudadanos; de esta manera, la libertad de los particulares estará más segura, sin que su igualdad sea menor".[10]

En cuanto al pluralismo social, éste se manifiesta en la existencia de asociaciones espontáneas y autónomas respecto al poder estatal, que realicen todo tipo de actividades: culturales, profesionales, recreativas...

Son las asociaciones libres las únicas que pueden permitir al hombre denmocrático salir de la vulgaridad, alcanzar la originalidad y ejecutar su libertad. Le permiten recuperar la confianza en sí mismo, enfrentándose en cooperación con sus semejantes a los problemas de la vida, pero sin depender del Estado que deja ya de tener la imagen de su gran padre benefactor.

"Entre las leyes que rigen las coiedades humanas, hay una que parece más clara y más precisa que todas las demás. Parq ue los hombres sigan siendo civilizados, o lleguen a serlo, es preciso que se desarrolle entre ellos el arte de asociarse, y que se perfeccione en la misma relación en que crece la igualdad de condiciones". [11]

Tocqueville señala también como instrumento imprescindible para garantizar la libertad, a la libertad de prensa. Es el único recurso con que cuenta el ciudadano para defenderse de la opresión. Por medio de ella se pone en contacto con su prójimo corrigiéndose así la debilidad y el aislamiento.

Algo similar ocurre con el poder judicial. Los intereses y derechos individuales, impunemente sacrificados en aras de los designios del poder social, verán en él la mejor garantía para su dfefensa y salvaguarda.

El último de los instrumentos que garantiza la libertad, es la religión. La religión ayuda al desenvolvimiento del Estado democrático (lectura utilitarista), porque mantiene las instituciones, fundamenta las costumbres, cohesiona el cuerpo social y y se mantiene separada del gobierno político (lectura liberal). Además, sirve a la libertad porque destruye en el coracón del ciudadano los vicios democráticos que le degradan y deshumanizan.

NOTA

Hasta aquí la primera parte de este ensayo, que en sucesivas revisiones iremos completando.

[1] TOCQUEVILLE, Alexis: La democracia en América. Prólogo de J.P.Mayer. Páginas 15–23).
[2] TOCQUEVILLE, Alexis: La democracia en América. Cap.37, Página 268
[3] OP.Cit. Cap.33 Pág.242
[4] OP.Cit. Cap.34 Pág.243
[5] OP.Cit. Cap.34 Pág.247
[6] OP.Cit. Cap.37 Pág.267
[7] OP.Cit. Cap.37 Pág.268
[8] Chevallier, J,J,; "Los grandes textos políticos", Pág. 239
[9] Op.Cit.Página 239
[10] Tocquerville, A: "La democracia en América", Cap.38 Pag.237
[11] Op.Cit.Cap.25 Pág.199


© BEGOÑA ABAD MIGUÉLEZ, es actualmente profesora de la Universidad del País Vasco.
Este ensayo, publicado en Pernía, fue la "Tesis" presentada para su doctorado. 

ENSAYO
© Begoña Abad Miguélez
Revista literaria Pernía, Núm.24, Septiembre de 1986. Edita y dirige: Froilán de Lózar

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