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La razón del loco

De entre la inmensa cantidad de inventos y descubrimientos por los que el hombre se pueda enorgullecer, el más sobresaliente por su impacto masivo, coyuntural y de influencia en la casi totalidad de los habitantes del planeta, es el dinero. Basta pensar en la cantidad de gente, por día, que por defender su dinero y propiedades, pierden sus vidas.




Rudy Spillman

Aunque sé que el día 7 de mayo del año 1950 fui parido por mi madre y que por ello es que figura como mi fecha de nacimiento, hace muchos años, demasiados, que vivo con la constante sensación de haber estado siempre, desde todos los tiempos. Es algo que no puedo ver ni comprobar. Ni siquiera puedo decir que invade mi cuerpo. Quizás, mi alma. Pero esta sensación no se encuentra separada de otra. Yo diría que son lo mismo. Conforman un todo. Es la sensación, aunque no sostenida por mi razón ni la aplicación de mis principios de lógica, de que jamás moriré. La idea es incoherente, pero otra no me cabe. Y digo incoherente, porque la idea se entremezcla con la de muerte terrenal. Como si no pudiera creer que mi cuerpo aquí, en este planeta, algún día se acabará. Y esto es lo incoherente. Pero seguramente se trata de algunos misteriosos cables sueltos que han entrado en un temporario corto circuito con la energía universal.

Habrá quienes a esta altura de mi exposición, dirán: "se ha vuelto loco"; y otros quizás: "se ha enterado de la verdad". Lo cierto es que no puedo saber de dónde proviene esta sensación. Sólo sé que se ha apoderado de mí con la fuerza de la convicción absoluta.

Lo que esta situación ha traído a mi ser es un estado de paz y tranquilidad absolutos que ha ido in crescendo con los años. Además, me ha permitido detectar la falta de este estado, en mi cuerpo. Es como si pudiera ver mis trastornos (de todo tipo) desde fuera de mí mismo. Como si una parte de mi ser estuviese en la Tierra, dentro de mi cuerpo, y otra, fuera, en algún lugar de la estratosfera (por mencionar un lugar) y de alguna manera o por algún mecanismo, se mantuvieran constantemente conectadas. Sería como una cadena de internet, pero a nivel universal. Podemos mantenernos conectados al sistema las veinticuatro horas del día aunque no siempre lo utilicemos (naveguemos). Así me siento yo. Permanentemente conectado a las Fuerzas del Universo, aunque no siempre las utilice.

Impregnado de toda esta situación que ya no sé ni cómo llamar, imagino que caigo desde el espacio, poniendo mis pies descalzos y con mi cuerpo desnudo, sobre la tierra de nuestro planeta. Sería una manera "no mundana" o "extraterrenal" de nacer. Sí, es una forma infantil, nazco ya desarrollado. Pero es así como se presentan las imágenes en la sucesión de mis pensamientos. Comienzo a percibir todo a través de los cinco sentidos que vienen incluidos en mi fisiología corporal. Y de pronto me veo inmerso en un lugar ajeno a mí, donde lo primero que hace la gente al llegar, es llorar. Luego, junto con sus cuerpitos que van creciendo, se desarrollan todo tipo de sentimientos, incluyendo "el amor", en una versión muy diferente a la que traen antes de nacer. Y se juntan. Todos se juntan. Necesitan juntarse, para bien o para mal. Y entonces aparece "la enseñanza", tan buena y tan mala. Todos enseñan y todos aprenden. Y a la par de desarrollar sus cuerpos y sus mentes, también desarrollan enfermedades, en los cuerpos y en las mentes.

De entre la inmensa cantidad de inventos y descubrimientos por los que el hombre se pueda enorgullecer, el más sobresaliente por su impacto masivo, coyuntural y de influencia en la casi totalidad de los habitantes del planeta, es el dinero. Basta pensar en la cantidad de gente, por día, que por defender su dinero y propiedades, pierden sus vidas.

Quien llega a este mundo no percibe de inmediato las características del lugar al que ha llegado. Esta percepción se va desarrollando también en forma conjunta con la adaptación al medio y a medida que el individuo desarrolla sus sentidos, su intelecto y su razón. Cuando éstos se le han desarrollado, también se ha adaptado. Por ello es que le cuesta tanto saber si él hubiese hecho las cosas de igual manera de haber contado con la posibilidad de decidir.

Hasta no hace mucho, las revoluciones ideológicas sólo pasaban por el planteo de cambios estructurales en el ámbito terrenal, que es el que palpamos.

Acabamos de ingresar en la era de lo desconocido (sólo hasta que sea conocido), etapa extrasensorial que agudizará al máximo nuestros sentidos, permitirá la utilización de todo el potencial de nuestra mente y una vez flotemos en la eternidad del Universo, sin la necesidad de sentir nada a favor ni en contra, de nada ni de nadie, sabremos que hemos debido pasar miles de años de nuestra historia sumergidos en un ensoñamiento con características de pesadilla y que finalmente hemos despertado. Y esto, no producirá en nosotros alegría. Y tampoco tristeza.

Perdiendo la razón

Quien piense que con total seguridad tiene razón respecto de cualquier cosa, definitivamente, en su concepto básico no la tiene. Y esto es así porque en esta vida no se puede estar seguro de nada en un cien por ciento.

Cuando dos personas discuten sobre un tema, a veces se escucha a una de ellas decir, promediando la discusión: "Tú siempre quieres tener la última palabra". Pero dicha expresión significa que la persona que dirá esa última palabra es la que llevará razón en el asunto debido a que su interlocutor no tendrá nada que agregar o rebatir (procedente de una incorrecta o incompleta interpretación del dicho: "quien calla otorga").

Poca gente llega a descubrir lo reconfortante que puede resultar permitirle tener la última palabra a la persona con quien uno conversa. Las conversaciones llegan a un estadio de cosas en que cada uno dio su parecer volcando en la charla todo lo que tenía que decir. Convenció o dejó sin convencer. Luego, será mayor el disfrute de continuar escuchando (y quizás poder descubrir algo valioso que se nos había escapado) que seguir hablando cuando ya hemos dicho todo. El problema es que si ambos contertulios descubren este paraíso parlamentario finalmente los envolverá un silencio repleto de palabras ya dichas.

Cuando charlo o discuto sobre un determinado tema, a mí personalmente me es útil pensar que es posible que ni siquiera sea yo el que está pensando y hablando. Puede ser que la vida no sea más que otra cosa lejana todavía a nuestra limitada comprensión. Entonces, si así fuera, ¿qué seguridad podría asistirme de llevar la razón en el tema que nos ocupe? Es como encontrarse en medio de un desierto buscando entre sus inmensas arenas un grano de tamaño, forma y color específicos. Pero de pronto y en medio de aquella búsqueda, descubrir la posibilidad de que el desierto no exista.

Querido lector, si no estás de acuerdo con todo lo dicho te concedo la última palabra. De todas maneras no me resulta del todo claro que yo haya escrito este texto y que tú lo estés leyendo.


* Miembro de la Asociación Israelí de Escritores en Lengua Castellana (AIELC).
* Miembro de Escritores Club (Agrupación de Escritores Independientes de Habla Hispana).
* Asesor de la Academia Filosófica Hebrea "Sinaí".


Ver el Cuaderno de Rudy Spillman en Curiosón

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