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La monarquía, la nobleza, el clero y el pueblo. | Curiosón

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La monarquía, la nobleza, el clero y el pueblo.

El primer paso hacia la unidad de ambos pueblos, fue la conversión de Recaredo, que hizo cesar las diferencias religiosas; más tarde, mediante la publicación del Fuero Juzgo, se procuró la unidad legislativa; y por último, abolida la prohibición de matrimonios entre visigodos e hispanos por Recesvinto, parece que la unión de ambos pueblos iba a ser un hecho y, sin embargo, esta no se realizó hasta que, verificada la invasión de los árabes, se impuso un interés supremo que reclamó los esfuerzos de todos ellos: la defensa de la religión y de su independencia.


Gozaba España, al verificarse la invasión de los visigodos, del derecho itálico y, por tanto, era susceptible nuestro suelo de verdadera propiedad, cosa que no ocurría con el suelo provincial, en el cual sólo era dable la propiedad precaria. No conocían los visigodos al llegar a España la propiedad territorial, pero hubieron de apreciarla así que se asentaron de un modo definitivo. Ya porque habituados más al pastoreo y a la cría de ganados que al cultivo de la agricultura, o ya también como expresión de su poderío, dividieron los visigodos el suelo de nuestra patria en tres porciones, de las cuales se reservaron dos y entregaron una a los vencidos para su laboreo. Las tierras de los vencedores no pagaban tributo alguno, pesando todos ellos sobre las de los hispanos.

Las clases y elementos sociales que integraban la sociedad visigoda, eran la monarquía, la nobleza, el clero y el pueblo.

La monarquía era electiva y limitado el poder de los monarcas. No es esta forma de gobierno especial y característica de los visigodos, sino propia de todos los pueblos de la antigüedad en los primeros momentos de su vida, pues de un lado, en todos ellos pudieron señalarse, como ciclos que recorrió en su manera de gobernarse, la monarquía; la república, ya aristocrática, ya democrática, y la tiranía; y de otro, cuantos no se organizaron en forma patriarcal, lo hicieron bajo la monárquica, reconociendo como jefe, más bien que como rey, a uno de sus caudillos más distinguidos. En los pueblos así organizados, a la muerte de un rey, es proclamado otro caudillo, así como en los organizados patriarcalmente: a un patriarca, sucede, no su hijo, sino el patriarca de otra familia. Resulta pues que, tanto en unos como en otros, la monarquía aparece siempre con el carácter de electiva, carácter que es indispensable en los pueblos formados por agrupaciones belicosas, porque en ellos la misión principal del monarca es dirigir a los suyos en la guerra, misión propia de un hombre que se halla en toda la plenitud de sus facultades, e incompatible, por tanto, con el régimen hereditario, que puede colocar la corona en las sienes de una mujer o de un niño.

El monarca tenía entre los visigodos, según decimos, un poder sujeto a determinadas restricciones, carácter propio de toda monarquía electiva, pues de un lado, el soberano se encuentra obligado respecto de aquellos que procuraron su elección, y de otro, es natural que al elegido rey, se le impongan ciertas condiciones al otorgarle la corona. Aparte de todo esto, es natural que la monarquía visigoda fuera limitada, porque ningún pueblo belicoso suele aceptar el poder absoluto y omnímodo de uno de sus caudillos.


Matías Barrio y Mier (Verdeña, 1844 – Madrid, 1909)
De la serie, "Historia General del Derecho Español".


Es propiedad del Autor.
Queda hecho el depósito que marca la Ley.


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