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La manipulación del símbolo: El control del tiempo como factor de legitimación.

“Sostenemos la hipótesis de que el Arte Románico es, ante todo, una forma de expresión del Poder Feudal, un lenguaje de legitimación de este sistema dominante en la Edad Media Europea durante los siglos X al XIII. Para ello, las artes plásticas románicas otorgan una importancia de primer orden a la construcción del relato y, como parte fundamental del mismo, a la representación del tiempo”


M. Larrañaga


Partimos de la base de que, dentro de la ignorancia del campesinado medieval, existía algo en lo que nadie podía arrogarse el papel de ser su maestro. Nos referimos, obviamente, a las labores agrícolas y los tiempos en que era propicio realizarlas.

Entonces ¿ a qué obedece la profusión representativa en las artes plásticas románicas del calendario, mensario, mensuario o menologio ( del griego menologion, mens- mes, logiom- cuadro o enumeración)?.

El hombre medieval tiene asumido un profundo sentimiento de dependencia respecto a la naturaleza y de predestinación a la maldición bíblica. El realismo de las imágenes del románico, permite vislumbrar los miedos que las personas de aquella época sufrían a la vista de los castigos que, según su fe cristiana, les esperaban por haber llevado una vida pecaminosa en la Tierra. Tal sentimiento, haría que el hombre medieval viviera el tiempo cotidiano sin preocupaciones por la precisión y sin demasiadas inquietudes por su rendimiento. Para él, el único referente del Tiempo era de carácter físico: el sol. Y pocos avances se habían efectuado en el cómputo del tiempo desde que los Caldeos tuvieran la inquietud de dividir el camino del Sol en doce porciones iguales [1], pues los existentes relojes de agua, arena o sol, eran tan rudimentarios que no son de consideración.

Pero la imagen que se hacían los hombres medievales de los objetos que los rodeaban, de los animales, de los bosques, de las montañas e incluso de los acontecimientos naturales, estaba impregnada de una gran variedad de interpretaciones. Nada se limitaba única y exclusivamente a la existencia física. El mundo figurativo del románico, lleno de simbolismo, apunta siempre, tanto a lo bueno como a lo malo. Todo está estrechamente unido mediante un entrelazado de semejanzas y pertenencias y, debajo de la apariencia, dormita lo demás.

Creemos con González Cuesta, B. [2], que la imagen es, desde siempre, un instrumento de poder: poseer y controlar las imágenes ha dado desde siempre lugar a poseer y controlar el cosmos, la sociedad, las ideas…La imagen, como todo acto de lenguaje icónico, es el producto de una estrategia significativa, persuasiva. Las imágenes no comunican de forma directa: comunican según unos modos, incorporan discursos que han de ser analizados. Y si, en tiempos medievales, la Iglesia católica y los señores feudales eran los gestores de la cultura y de la generación de las imágenes a través de las cuales perpetuaron y legitimaron, durante siglos, una auténtica y completa visión del mundo que impusieron al resto de la sociedad, tampoco los ciclos temporales, el tiempo en definitiva, como elemento sacralizado por el campesinado medieval, podía resultar ajeno a ese espíritu de control.

Las unidades de tiempo más frecuentes (estaciones, día y noche) contribuyeron a introducir en la cultura medieval la mentalidad cíclica asociada a tales fenómenos. Para esta mentalidad cíclica, repetitiva, sin ilusión ni creatividad, el tiempo humano carece de opción a variaciones deliberadas y está condicionado por el destino. Por eso, quien dominara e impusiera un control en la distribución del tiempo cotidiano, podría legitimar un adecuado uso a intereses previos.

Y va a ser la Iglesia quien se convierta en la gran dominadora del tiempo de la sociedad medieval europea.

Para ello, se recurre a diferentes formas de “lenguaje”. Aunque el rito semanal estaba ya en la tradición caldea, será el relato bíblico de la Creación la que consagre seis días de trabajo y uno de descanso con obligación de oír misa y evitar obras serviles [3]. Cada día será dividido en períodos distribuidos por igual entre el día y la noche. Son las horas canónicas (maitines-medianoche-, laudes, prima, tercia, sexta –mediodía-,  nona, vísperas y completas). Se institucionaliza un nuevo referente temporal diverso al de carácter físico existente, el sol. Ahora, aparece un segundo, de carácter espiritual, la campana del templo.

Coincidimos con Molina, A. [4] en que el Tiempo físico, las Estaciones, va a resultar acomodado, por medio de la liturgia, al Tiempo divino. Así, al inicio del invierno, el Adviento anunciará el Nacimiento de Cristo y tras terminar el año, se inicia un tiempo de purificación (de animales: San Antón, 17 de enero; de personas: la Candelaria, 2 de Febrero; de conciencias: Cuaresma). Con la Primavera, llegaba la Pascua, la Ascensión y el Pentecostés, y con el Verano, la fiesta de la renovación con agua y fuego, San Juan y la de la fertilidad de las cosechas, la Asunción. El Otoño sería época de rendición de cuentas y rentas, bajo protección de San Mateo (recaudador) y San Miguel ( pesador-tasador). El tiempo cíclico, puede convertirse en sacro en su función litúrgica.

Y en este complejo entramado código de medición y control del tiempo cotidiano, donde el ritmo de la vida cotidiana deja de ser elástico y gratuito para convertirse en un factor mensurable y apreciable, aparecen los menologios ornamentando fachadas –puertas, frisos y cornisas-, arcos triunfales, armaduras y artesonados, pavimentos, sofitos de arcos diafragmas, formeros y torales, o bien, zócalos del hemiciclo absidial de los templos románicos [5].

Entendemos que su aparición supone un salto esencial en la interpretación del tiempo y en su utilización como elemento legitimador. Mediante el menologio, se intenta romper con la idea del eterno retorno y se rechaza la noción de destino. Mediante la cuidada construcción del relato iconográfico, se tenderá a realzar el valor del futuro introduciendo la esperanza como referencia de la evolución humana. El hombre medieval – intentará transmitirle su mensaje simbólico- ya no es prisionero de los ciclos ni de la fatalidad, sino que se encuentra en peregrinación hacia el futuro y espera con intensidad el próximo cambio del mundo. El mundo está inacabado y él puede y debe perfeccionarlo. Frente al Tiempo físico, cotidiano y cíclico, se contrapone el Tiempo divino, lineal, esperanzador y hasta subversivo. Sin embargo, ambos tienen un denominador común: que fluyen en una misma dirección.

Y cuando hacemos esta afirmación, no nos referimos al ritmo y sentido de su lectura, pues sabido es que dentro de los “calendarios esculpidos” que conocemos en el románico hispano, los de Campisábalos, San Nicolás del Frago, San Claudio de los Olivares y Santa Mª de Ripoll, optaron por el modelo italianizante de seguir el orden de lectura de derecha a izquierda y no al contrario, sino que ambas representaciones, pese al salto cualitativo operado en su concepción, pretenden dar testimonio y consagrar la idea de una sociedad jerarquizada, pero solidaria y armoniosa como factor propagandístico de un modelo legitimador de la estructura social que asegure el orden vigente y sirva de salvaguarda a los intereses de las clases privilegiadas poniéndolas a salvo de eventuales revueltas y reivindicaciones [6], procurando enfatizar la mutua y ecuánime reciprocidad de servicios entre los tres órdenes.

Y en su elaborada estrategia, el mensaje se extiende y hace patente en los diferentes medios de expresión/impresión de la imagen, pues aparecerán “calendarios” pintados, bordados y esculpidos.

Así, en San Isidoro de León, junto al Pantocrátor y Cosmocrátor, aparecerá la presencia del calendario agrícola mostrando, mes a mes, las faenas campesinas y hasta pastoriles de la montaña y llano leonés colocado bajo la diestra protectora del Cristo Cronocrátor, señor del Tiempo cósmico, inicial y primigenio con su eterno retorno, y del Tiempo presente, fugaz e irreversible que tanto valoraba, sacralizaba y hasta celebraba el hombre medieval [7].

En el de Perazancas, se utiliza la teofanía simbólica cainita para resaltar la diferencia de planos temporales. Caín, padre de la civilización, es la ciudad y tiempo de los hombres, imagen de los trabajos y de la agricultura malditos por la Antigua Ley  [8]; Abel, pastor nómada, imagen de la ciudad y tiempo divino, de Cristo, la Ley Nueva [9]. Sin embargo, creemos que es en el menologio pictórico de la cripta septentrional de Roda d´Isábena, donde el mensaje se hace más omnicomprensivo, escatológico y atormentador. La asociación mensario y zodíaco parece querer comprender tanto el tiempo agrícola, terrestre y campesino como el astral, celeste e ilustrado que, al relacionarlo con la temática bautismal y la psicostásica, conforma un programa escatológico y aterrador de profunda advertencia a las diversas capas sociales o estamentos a los que, la sola aceptación de su papel en la “legítima” estructura piramidal, podrá redimirlos de su vida pecadora de igual forma que el agua bautismal hizo con la falta originaria, dotando al trabajo agrícola de una carga y un valor penitencial y hasta salvífica, similar al propio sacramento; porque los ciclos naturales marcados por las constelaciones, ya no regulan la vida del hombre medieval, sino que el propio Dios controla y somete el ritmo cíclico, el Tiempo, y tan sólo de Él depende la sucesión climática que puede traer el hambre e incluso, la muerte.

El comercio de tejidos durante el siglo XI había propiciado la adquisición de tapices para el arte litúrgico. También este nuevo medio será utilizado para acercar el mensaje litúrgico de la temporalidad. Nos referimos, obviamente, al Tapiz de Gerona. A través de un cuidado programa bordado en hilos de lana, nos presenta una cosmovisión dual: un plano exterior cruel, desordenado y caótico que advierte de las fatales consecuencias del rechazo del orden feudal, sistema ideológico coherente sobre el que descansa la realidad litúrgica, y otro plano interior, intuitivo y jerarquizado. Junto al sentido físico, terrenal y cíclico del circulo del menologio, los vientos cardinales, el sol, la luna y su camino por la vuelta celeste del Tiempo concreto terrenal, la imagen de Cristo Redentor: porque el Tiempo es, ahora, eterno y divino.

Pero si en los menologios pintados y bordados, el mensaje legitimador es evidente, veamos en algunos de los esculpidos. En el de San Nicolás del Frago, asistimos al menologio rodeando un hito crucial: la Epifanía; Dios se ha encarnado para redimir a los seres humanos. El entero trayecto del Enviado, exhibe el amor paternal de Dios a los hombres. El creyente cae en la cuenta de que no está sólo frente al mal y sus poderes; de que el mundo no lo engulle, sino que el Padre lo asegura y vivifica con su amor. Allí está la médula de la fe. Frente a una sociedad tan piramidal, religiosa y políticamente, como autosatisfecha, la historia del Enviado siembra la opción del amor, de la vida abundante, es decir, el modelo social que el campesinado creyente ha de cultivar para gozar de la ventaja de tener un Intercesor providente. La teofanía, pues, preside los trabajos de los meses.

Idéntica significación legitimadora entendemos ha de serle atribuida a los menologios de Campisábalos y de Hormaza. Delimitados en sus extremos por una montería y una lucha ecuestre, no puede desconocerse su fuerte carga simbólica, pues si el tiempo humano, cotidiano y cíclico está representado por la lucha contra las fuerzas oscuras del inconsciente, del vicio, del jabalí, la contraposición del triunfo de la Iglesia frente a la herejía, del caballero del escudo almendrado frente al que embraza rodela musulmana [10], es un recurso soberbio para reforzar el mensaje de adoctrinamiento salvífico tendente a predisponer al pueblo para el servicio de Dios.

En Beleña de Sorbe, el calendario aparece enmarcado y sustentado, de izquierda a derecha, por capiteles bíblicos que lo hacen trascender a la mera consideración de un relato teológico sobre el trabajo campesino de valor puramente penitencial. El relato se inicia con la maldición veterotestamentaria del trabajo y expulsión del Paraíso, pero termina con la Resurrección de Cristo. Ley Antigua versus Nueva Ley. Y comprimidos los meses por dos arquivoltas alusivas al Mal, el negroide, la ciudad de los hombres y el Tiempo humano, y al Bien, la Iglesia, la Ciudad de los seres angelicales y el Tiempo divino, contrapuestos para reforzar el mensaje de que la única salvación posible, pasa por aceptar la jerarquía social basada en el trabajo y protegida por la nobleza que, ineludiblemente, están supeditadas al estamento religioso como catalizador y único y exclusivo proveyente de los medios imprescindibles para lograr el fin supremo; esto es, la Redención de sus faltas y la Salvación eterna.

Notas
[1] Para ver la bellísima exposición de la manera en que los Caldeos se valieron para medir el tiempo por medio de agua haciéndola pasar a través de vasos de cobre, consultar la obra del Abad M. PLUCHE:“El Espectáculo de la Naturaleza”, 1786, Vol. VIII, pág. 16.
[2] GONZALEZ CUESTA, Belén: “ Análisis de la obra audiovisual”, Segovia 2006, pp. 44-48
[3] Está prescrito descansar, porque el día séptimo Dios reposó de los trabajos de la Creación (Génesis,2,2-3); quien lo viole se hace reo de muerte (Éxodo, 31,12-17).
[4] La vida cotidiana en la Edad Media.
[5] En esta clasificación ubicativa, seguimos el esquema establecido por I.G. BANGO TORVISO.
[6] Le GOFF, J:” La civilización del Occidente medieval”. Barcelona, 1969, pp. 24-25.
[7] Viñayo González, A.: “Pintura románica de San Isidoro de León”
[8] “Maldito serás de la tierra, que abrió su boca para recibir de mano tuya la sangre de tu hermano. Cuando la labres, te negará sus frutos” ( Génesis, 4, 11-13).
[9] En la Biblia, la imagen pastoril es muy amplia (Sal 49,15; Jer. 22,22; Miq 5,2-6) y el pueblo indefenso es descrito como “rebaño” sin pastor ( Is. 53,6;13,14). Por antonomasia, Dios es pastor de su pueblo (Gen. 49,24: Sal 23; Sir 18,13-14) y por extensión, sus representantes políticos y religiosos.
[10] FRONTON SIMÓN, I: “Imágenes de una sociedad de frontera en torno al 1.200. Campesinos y caballeros en la capilla de San Galindo”. Cuadernos de Arte e Iconografía, Vol. VI,-11.1993. Artículo electrónico. CAC



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