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Camino Olvidado

Un viejo camino


¿Cómo llegaban los peregrinos europeos a venerar al Hijo del Zebedeo?




Jacinto Prada Baro

Mucho se ha escrito (y se seguirá escribiendo) sobre las rutas jacobeas y su fundamento histórico. Asunto complicado porque desde los inicios este fenómeno está envuelto en una aura misteriosa y legendaria dados los escasos datos y vestigios reales. El mismísimo hecho nuclear como es la tumba del Apóstol Santiago viene avalado por escritos muy posteriores más bien propagandísticos y de exaltación cristiana para tiempos difíciles (“Breviario de los Apóstoles” –S.VI-, la carta del Obispo León –S. VI-, “De ortu et obitu Patrum” de S. Isidoro --, “Comentarios al Apocalipsis” del Beato de Liébana –S.VIII). Es el propio Beato quien testifica que es una “Traditio” la creencia de que la tumba del Apóstol Santiago se encuentra en el Campus Stellae. Descubierta finalmente en el siglo IX una necrópolis paleocristiana en dicho lugar se da por sentado que allí está enterrado el “Hijo del Trueno”. Inmediatamente se inicia el gran movimiento peregrino hacia Compostela, constituyéndose en el tercer polo de atracción del fervor cristiano junto con Roma y Tierra Santa. Tanto la iglesia como el incipiente neoreino cristiano ven en este hecho una oportunidad para vigorizar el imaginario colectivo necesitado de una exaltación que compensara el entusiasmo musulmán por la “Guerra Santa”. Así lo proclama el himno “O Dei Verbum” atribuido al Beato de Liébana:

¡Oh! Verdaderamente digno y más santo apostol,/ que refulges como aurea cabeza de España,/ nuestro protector y patrono nacional,/ evitando la peste, sé del cielo salvación,/ aleja toda enfermedad, calamidad y crímen. Muestrate piadoso protegiendo al rebaño a ti encomendado/ y sé manso pastor para el Rey, el clero y el pueblo;/ Que con tu ayuda disfrutemos de los gozos de lo alto,/ que nos revistamos de la gloria del Reino conquitado,/ que por tí nos libremos del infierno eterno. 


El rey Alfonso II el Casto intuyó inmediatamente la importancia del acontecimiento jacobeo en las diferentes vertientes ( religiosa, política y económica) e inmediatamente se puso manos a la obra: desde la corte ovetense inició una peregrinación real  al lugar de Compostela  para venerar la tumba recién descubierta del Apóstol convirtiéndose así en el primer peregrino jacobeo. Estaba inaugurado el “Camino Primitivo”.  Por muy diferentes razones las visitas a Santiago devinieron un acontecimiento que hoy definiríamos como “viral” en toda Europa. Inmediatamente surge la pregunta: ¿Cómo llegaban los peregrinos europeos a  venerar al Hijo del Zebedeo? No cabe duda que en los comienzos el punto de referencia estaba en Oviedo y la línea roja fronteriza se situaba  en la falda sur de la Cordillera cantábrica vigilada y protegida por una serie de fortificaciones que delimitaban el dominio de Al-Andalus.

La primera opción era una ruta paralela a la costa cantábrica que enlazaba los puertos del norte a donde llegaban muchos peregrinos y que recogía también los que venían a pie o en caballo cruzando el reino franco para llegar a Oviedo. Pero esta ruta presentaba algunas dificultades: eran tierras en muchos casos pantanosas con ríos torrenciales difíciles de cruzar, el clima muy lluvioso dificultaba la marcha y la presencia de piratas incrementaba los riesgos de seguridad…

Poco a poco se fue abriendo paso otra ruta alternativa: la que habían marcado en gran medida las calzadas romanas que sirvieron de estructura básica en la conquista de los cántabros, vadinienses y astures como dan testimonio las muestras de Irus, Julióbriga, Vía Pisaroca-Portus Blendium, Peñacorada, Valle del Esla, Via Nova … Su trazado se basaba en los mismos criterios que le servirán más tarde al Papa Calixto para diseñar el Camino Francés: la vía más corta, más segura y más fácil.



La seguridad contemplaba las amenazas sarracenas por lo que tenía como referencia las fortificaciones que jalonaban las últimas estribaciones de la cordillera que era una barrera natural contra los ataques musulmanes: Frías, Oña, Aguilar de Campoo, Cervera, Guardo, Castillo de Aguilar, Castillo de los Alba, o en la ruta más al norte las fortalezas de Luna, Arbolio y Gordón.

Cierto es que en aquellos tiempos este Camino como otros posibles no tenía un trazado “oficial” de obligado cumplimiento sino que se trataba más bien de una red de caminos que permitía al peregrino incorporarse fácilmente desde su casa siguiendo un itinerario acorde con sus intereses y limitaciones. De todos modos los peligros que significaban los asaltadores de caminos, los falsos peregrinos y los animales salvajes aconsejaban caminar en grupo lo que exigía tener una serie de puntos de referencia que permitían el encuentro y el alojamiento.

Estos enclaves estaban estratégicamente ubicados en los puntos de conexión de este eje troncal con las rutas que servían de nexo entre la costa y el sur de la cordillera tal y como se había hecho ya en la época romana. Son los valles del río Pisuerga, Carrión, Cea, Esla, Porma, Curueño, Bernesga…Así pues enclaves como Corvio o poblaciones como Aguilar de Campoo, Cervera de Pisuerga, Guardo, Cistierna, Boñar, la Robla…se convierten en hitos del Camino. En estos lugares confluían gran número de peregrinos que llegados a los puertos preferían, por las razones ya expuestas, la ruta del sur a la del norte. Pero a su vez en el caso de las rutas lebaniegas que partían de Guardo o Cistierna el flujo de peregrinos iba también en sentido norte para venerar las santas reliquias del monasterio de Liébana lugar afamado por Santo Toribio y del Beato de Liébana. Especial importancia adquirió también el Camino del Salvador que subía por el valle del Bernesga para llegar a Oviedo. Conocido es el dicho “Quien va a Santiago y no al Salvador, visita a su criado pero no a su señor”. Si analizamos profundamente este dicho podríamos llegar a concluir que hay en el slogan  un cierto sabor publicitario que pretende llevar la sardina peregrina al ascua ovetense efectuando un cierto chantaje religioso-emocional sobre aquellos caminantes que  pensaban optar por el eje principal directo a Santiago, camino más corto y más suave.


Tanto la ruta Vadiniense como el Camino de San Salvador se suelen presentar como rutas transversales  nacidas para conectar el Camino Francés con los relicarios del norte. A mi entender estas ruta se iniciaron a partir del Viejo Camino y una vez consagrada la supremacía del itinerario calixtino se prolongaron hasta allí sobre la traza histórica de las vías romanas que partían de Lancia y de Legio VII Gemina. La Cámara Santa se construye en el siglo IX  y los restos de Santo Toribio junto con otras reliquias son llevados en el S. VIII a Liébana para evitar la profanación ante los ataques musulmanes. Así pues durante tres siglos los caminos que allí llevaban  no podían provenir de las tierras mesetarias sometidas a las razias sino del Viejo Camino.

Muy ligado a la consolidación de esta ruta de la Montaña  podemos destacar el desarrollo de monasterios por todo el territorio. El flujo de peregrinos precisaba de lugares de acogida y de asistencia espiritual y corporal. Por otra parte la presencia abundosa de fervorosos creyentes garantizaba la obtención de limosnas y prebendas. La situación político-religiosa del momento favorecía esta implantación: los monjes establecidos en Al-Anadus se sentían amenazados o incluso perseguidos y por tanto huían  hacia el norte para refugiarse en tierras cristianas. Así pues en el Valle de Mena, en las montañas de Boñar, en la Tebaida berciana florecieron multitud de cenobios, cobraron importancia los eremitorios (Ojo Guareña, Cervera de Pisuerga, Peñacorada, Valdorria…) . Santos varones dieron prestigio a muchos enclaves del Camino: San Guillermo, San Froilán y San Atilano, San Genadio  que siguió las huellas de San Fructuoso y San Valerio.

Otro testimonio de este camino lo encontramos en un buen número de leyendas que dan fe del peregrinaje ( las Sirenas de San Martín de Valdetuéjar o el nacimiento del lago de Isoba) o celebran la gesta de la reconquista (Virgen de Celada)  o exaltan las glorias de Santiago matamoros  tal y como aparece en la fachada del Santuario de La Velilla (leyendas de Campo Sagrado y de la batalla de la Campa de Santiago de Colinas del Campo de Martín Moro Toledano). [1] Ciertamente se trata de pequeñas piezas de reducido valor probatorio pero que contribuyen a completar el puzle del Camino Olvidado.

Bajo la guía de los monjes sabios en las artes cluniacenses que repoblaron estos refugios montañeses surgieron multitud de iglesias y ermitas románicas, la gran mayoría humildes, sencillas, a veces rudimentarias, pero llenas de encanto aunque también encontramos auténticas obras maestras como la Colegiata de San Pedro en Corbio , Santa María la Real y Santa Cecilia de Aguilar de Campoo o Santiago en Villafranca del Bierzo. Son testigos fehacientes de una época, de un espíritu peregrino y acogedor, de una ruta por donde discurrió la fe, la penitencia, el arte y una especial visión de la vida humana.

A lo largo del recorrido floreció también la devoción  a la Virgen Santa María. A Ella fue dedicado el monasterio de Aguilar de Campoo apellidado como Real. Se nos han conservado hermosas tallas románicas como la Virgen del Brezo y su hermana casi gemela de Celada (La Robla), Nuestra Señora de Boinas (Robles de la Valcueva) y Pandorado. En una capilla lateral de la iglesia parroquial de Yugueros se conserva una sobria y sencilla imagen de la Gloriosa como dirían los primeros trovadores castellanos. A pie de página dejamos una serie de enlaces donde se puede consultar  un inventario bastante completo del patrimonio románico de este Camino.

Concluimos el relato de los indicios que fundamentan el Camino Olvidado con la tradición de la Cruz Cercenada. Se encontraba en el término de Quintana de Fuseros en uno de los más importantes cruces de Caminos de peregrinación (Vía Nova Astorga-Finisterre, camino de Asturias y ruta proveniente de Fasgar-Igüeña). Se alzaba sobre un cúmulo de piedras que inicialmente servía de hito orientativo para los caminantes, pero pronto pasó a ser un registro anónimo de peregrinos: arraigó la costumbre de que los transeúntes dejaran sobre el montículo una piedra como testimonio de su paso expresando el deseo y esperanza de concluir felizmente su viaje. Dícese que las huestes de Almanzor en su avance hacia Santiago de Compostela arrasaron el monumento. De aquí su nombre. Tiempo más tarde, consagrado el Camino Francés, este símbolo del Viejo Camino fue recuperado y trasplantado a Foncebadón bautizándolo como “Cruz de Fierro”. Gracias a los trabajos de restauración que se están realizando nuevamente  la Cruz vuelve a erguirse  en su sitio original para recuperar felizmente la memoria. Ojalá que como la Cruz ha dejado de estar cercenada el Viejo Camino deje también de ser “El Camino Olvidado”.


Todos estos elementos configuran un mosaico de trazas, de indicios y razones que dan a este Camino una apoyatura histórica no menor que la que puedan tener otras rutas jacobeas “restauradas” en el siglo XX y XXI. Hemos de tener en cuenta  lo ya apuntado: no había caminos “registrados” sino que cada peregrino hacía “Camino al andar”. ¿Qué es lo que han hecho las Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago? A partir de elementos jacobeos encontrados y de la certificación histórica  (abad Fulberto de Chartres) de que acudían a Santiago gentes de todas las procedencias, se han confeccionado trazados “razonables” por donde seguramente iban confluyendo quienes se proponían hacer el iter Sancti Jacobi .

Complejas son las razones que impulsan la fiebre jacobea en nuestros días, todas ellas respetables, siempre que no pretendan monopolizar u oscurecer al resto. Entiendo que es una buena herramienta para recuperar la memoria histórica, conservar y dar a conocer el patrimonio cultural y artístico, vivir la fe, favorecer el contacto humano solidario, reencontrarse  a sí mismo y reorientar el sentido de la vida, gozar de la naturaleza  y, por qué no, revitalizar el territorio y promover el desarrollo económico.

El Camino Olvidado tiene argumentos más que sobrados para satisfacer los deseos y expectativas de los variopintos caminantes jacobeos: hay arte, cultura, belleza, paisaje, tradiciones, paz, sosiego y también buena gastronomía. Si te animas a caminar por esta ruta no sólo disfrutarás sino que también habrás contribuido a que el Camino Olvidado se convierta en un Camino “de feliz memoria”. Buen Camino.




EL CAMINO OLVIDADO
Una serie para Curiosón de Jacinto Prada



Para saber más:
El viejo Camino de Santiago: leyendas
Patrimonio Románico en el Camino de Santiago


Imágenes del autor:
  • 1.-Balmaseda (Vizcaya
  • 2.-Espinosa de los Monteros (Burgos
  • 3.-Cervatos (Cantabria)
  • 4.-Pisón (Palencia)
  • 5.-Campa de Santiago (León)

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