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Alexis de Tocqueville

Alexis de Tocqueville es, seguramente, junto a Carlos Marx, el pensador decimonono que mayor atención despierta en nuestros días. Pero no es este solo el interés de los eruditos, de los expertos en ciencia política, sino que es el interés de todo aquel que se acerca a su obra.


Su ciencia política afecta a las preocupaciones más vivas del hombre de nuestros días y es especialmente atractiva la facilidad con que predijo los dos rangos más característicos de nuestros siglos: el fenómeno de la sociedad de masas y el papel de las dos grandes potencias -Rusia y Estados Unidos- en la política mundial.


Por Begoña Abad Miguélez  |  Universidad del País Vasco
Hemeroteca de nuestra revista PERNÍA

La segunda razón que despierta el interés del público por la obra de Tocqueville es su estilo. La lectura de este gran autor genera una inquietud intelectual, que en lugar de ir disminuyendo, aumenta a medida que nos adentramos en su obra, a diferencia de lo que ocurre con otros teóricos políticos frecuentemente más considerados, o al menos recordados, en los manuales de historia de las ideas políticas.

Por otro lado, Tocqueville es el hombre de la investigación, del análisis de la realidad más que de la erudición extrema. Un buen bagaje de conocimientos teóricos adquiridos, mediante un hábito de lectura insaciable, de hacer análisis y estudios políticos, pero no siempre resulta ser el mejor recurso para hacerse entender.

Un exceso de erudición puede hacer confusos los conceptos expustos, con lo cual las posibilidades de llegar al lector, al menos, al medio se limitan. Indudablemente creo que este no es el caso de Alexis de Tocqueville. Todo esto no quiere decir que el autor no recurra en ocasiones a argumentos inconscientes para defender su tesis, aunque esta no sea la tónica general.
En concreto, considero que son dos de los temas en los que su razonamiento se debilita: la opinión pública y el concepto de individualismo.

Imagen: Biblioteca Alexis de Tocqueville en Normandía (Francia), 2017

Si uno de los defectos de las sociedades democráticas es que tienden a homogeneizar, a uniformar a los hombres, delimitando los espacios en los que desarrollar su intelecto, qué mejor forma de abandonar esa mediocridad general autoafirmándose. Autoafirmarse individualmente significaría desmasificarse por medio de la realización positiva del Yo, por medio del reconocimiento de las capacidades personales afectivas, intelectuales y de todo orden. Esto es, yo creo, individualismo. Tocqueville como liberal, afirmará la necesidad de la primacía de los derechos individuales respecto a los de la sociedad o el Estado, así como la exigencia de una urgente desmasificación, de una búsqueda de originalidad. Esto también es individualismo, el individualismo del siglo XIX.
Entonces, ¿por qué considera Tocqueville que el individualismo de las sociedades democráticas es un mal moral? Porque destruye los vínculos sociales y la preocupación por la comunidad. Yo no puedo creer que la autoafirmación, la necesidad de realizar, expresar y manifestar la personalidad individual tenga necesariamente que entrar en conflicto con nuestra condición de animales sociales.
Preocuparnos por los otros, porque la comunidad prospere, sea más libre y garantice mejor la felicidad es preocuparse por crear un espacio en el que afirmarse unos y otros. La tendencia opuesta ya no sería autorealización, individualismo, sería egoísmo, egocentrismo, falta de solidaridad y de libertad.

Una situación de libertad sería aquella en la que fuese posible convivir con los demás siendo tú mismo y no el modelo de persona socialmente establecido, y este parece ser también el concepto de Tocqueville tiene de la libertad.

Con referencia al tema de la opinión pública hay que reconocer el mérito de Tocqueville al descubrir en ella una nueva y poderosa fuerza de los Estados modernos. El problema es que ve en ella a uno de los mejores instrumentos para acabar con el individualismo. Lo que no parece considerar es que la conformidad con la opinión pública es la conformidad con la tiranía de la mayoría, es creer en la infalibilidad de la masa dejando totalmente al margen la posibilidad de que pueda ser manipulada por los grupos de presión. Por otro lado es lícito preguntarse  si realmente la opinión pública es fruto de las opiniones individuales o, por el contrario, es ella quien origina esas opiniones particulares y por tanto masificadas.

Para finalizar, señalar que Tocqueville con su descripción de las sociedades modernas, está presentándonos el antepasado más remoto del estado de bienestar y quizás también el tipo humano que produce la sociedad capitalista. El hombre moderno del tiempo de Tocqueville, tal vez, un antepasado del actual, es una víctima del conformismo social, sensualista y materialista que en su afán por satisfacer esas vulgares necesidades, sacrifica su libertad y destruye por reducción su bienestar. El desafio de Tocqueville, según J.P.Mayer, es afirmar que en el seno de la sociedad no sólo existen derechos sino también deberes y el éxito de la convivencia radica en saber equilibrarlos.


Más sobre Tocqueville en nuestro blog:
La democracia en América

Revista Pernía, Núm 24, Septiembre de 1986
Edita y dirige: Froilán de Lózar

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