Cuatro fogoneros que han desembarcado del petrolero francés "Myriam", han declarado que el "Vestris" salió de Nueva York con la puerta carbonera de estribor, situada a 1,20 metros de la línea de flotacción, mal cerrada; y que fue sacudida durante varias horas por la tempestad. La puerta se abría, y como los bulones tenían 15 centímetros completamente oxidados, era imposible cerrarla.

A las cuatro de la madrugada del domingo, uno de los marineros anunció que el agua penetraba a torrentes en las bodegas. Los tripulantes intentaron, en vano, cerrar la puerta a golpes de maza, pero bien pronto el agua llegaba a la altura de los tobillos en la sala de máquinas.

A las seis de la mañana la caldera de estribor estaba fuera de uso; y los fogoneros se limitaban a alimentar la caldera de babor, o sea la principal. A pesar de la acción de las bombas, el agua seguía invadiendo las bodegas del barco; y ya por la tarde la inclinación del barco era tal que fue preciso tender cuerdas para que los hombres pudieran tenerse en pie a bordo.

Algunos periódicos de Nueva york, cuyos representantes han interrogado a lo supervivientes del "Vestris" no ocultan su estupefacción sobre las acusaciones de algunos pasajeros contra el capitán y la tripulación del barco naufragado.

Algunos de ellos llegaron a decir que la catástrofe puede ser llamada un asesinato colectivo; pero la Prensa, aun recogiendo sus quejas, aconseja calma a los supervivientes hasta que se conozcan los resultados de la información abierta por las autoridades americanas.

Es, en efecto, injusto acusar al capitán Carry, que permaneció en su puesto hasta el último momento y que desapareció con el buque. Se hace señalar, además, que si fueran ciertas estas acusaciones, éstas constituirían una gran mancha en el honor de la Marina inglesa; pero ya, desde este momento, han comenzado a elevarse protestas de algunos de los propios supervivientes, pues muchos de estos aseguran que, tanto el capitán como los tripulantes, cumplieron con su deber y que no es justo se les acuse de ser los responsables de la catástrofe.

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