Francisco de Quevedo
Actualidad de un hombre del Barroco
«Don Francisco de Quevedo, hijo de sus obras, padrastro de las ajenas, hombre de bien, nacido para mal, hijo de algo, señor de nada».
Catedrática de Literatura, Miembro de la Institución Tello Téllez de Meneses.
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Francisco de Quevedo y Villegas, atribuido a Juan Van Der Hamen |
La época de Quevedo es el siglo XVII, el siglo del Barroco, un siglo que evoca inevitablemente en nosotros ideas como decadencia, derrota, retroceso...
Podríamos añadir también palabras como corrupción, ineficacia y favoritismo en los que gobernaban, y es triste reconocer que el panorama se asemeja bastante al actual.
Para completar el retrato, hay que recordar la terrible situación que soportaba la mayor parte de aquella sociedad, provocada por varias epidemias de peste, períodos prolongados de sequía, y un continuo aumento de los impuestos para mantener las constantes guerras.
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Placa dedicada a El Buscón de Segovia |
Por otra parte, el XVII es un siglo de grandes desigualdades sociales, en que convivían el hambre y los derroches más escandalosos, un siglo en que la apariencia valía más que la realidad, y en que era necesario sorprender siempre retorciendo la realidad y las palabras.
En medio de esa sociedad, en la misma Corte, en 1580, vino al mundo Francisco de Quevedo, de familia noble. Poco agraciado físicamente, combatía esos defectos con un carácter violento tras el que se ocultaba un hombre tímido y sensible que, según se decía, tenía que burlarse de sí mismo para poder soportarse.
Así se describe: «Don Francisco de Quevedo, hijo de sus obras, padrastro de las ajenas, hombre de bien, nacido para mal, hijo de algo, señor de nada».
Participó activamente en política como consejero del Duque de Osuna en Sicilia, y sufrió el destierro al caer en desgracia Osuna y ser procesado.
En 1639 fue detenido y encarcelado en el convento de San Marcos de León, donde permaneció cuatro años soportando las más duras condiciones. Salió de allí «con más señales de difunto que de vivo», desengañado y enfermo, y a los dos años fallecía. La causa de su prisión fue la denuncia de espiar para Francia, acusación totalmente infundada. A pesar de tener una visión medieval de la sociedad y de no comprender los grandes cambios históricos que estaban produciéndose, la suya fue una voz apasionada y sincera que denunciaba casi todo. Su obra, que muestra un dominio absoluto del lenguaje, abarca prácticamente todos los géneros litera-rios y todos los temas: didáctico-morales, satíricos, patrióticos, amorosos, y hasta una novela picaresca escrita en su juventud. Quevedo expresa como nadie la angustia y las contradicciones del hombre barroco, como queda patente en algunos de sus versos:
«Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado».
Sentía con dolor la ruina de su país, él, que desde niño vivió los enredos de la Corte; con el tiempo se fue agudizando su pesimismo, y podemos concluir que su sarcasmo no es sino la máscara de su cansancio y su desengaño.
Sección para "Curiosón"
de Beatriz Quintana Jato.