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Alonso Barba


Capítulo X

Alonso Barba


Ya en el crepúsculo de la Centuria española se levanta una figura excepcional: el Licenciado Alvaro Alonso Barba, natural de la villa de Lepe, en la Andalucía, cura en la Imperial Potosí, de la Parroquia de San Bernardo, nació en 1569. Alonso Barba dedicó 20 años -de 1617 a 1637- a escribir su famoso "Arte de los Metales", en el que "se enseña el verdadero beneficio de los de oro y plata por azogue, el modo de fundirlos todos, y cómo se han de refinar, y apartar unos de otros". Este libro fue impreso por primera vez en 1640. Alonso Barba merece por sí solo un trabajo especial. Es difícil que la forzosamente breve alusión a su obra en este resumen pueda dar una idea de su talla.

Su "Arte de los Metales" no es un libro académico, es un libro para metalurgos, un producto de bocamina, escrito con la liberalidad propia de un sacerdote, con el conocimiento de un hábil minero y con el estilo desenfadado y agudo de un andaluz. Como homenaje a su persona, copiaremos literalmente el párrafo en que describe la forma en que descubrió un procedimiento para el beneficio de la plata. Dice así:

"
En el año 1590, residiendo yo en Tarabuco, pueblo de la provincia de las Charcas, ocho legua de la ciudad de la Plata, su Cabeza, queriendo experimentar uno, entre otros modos, que había leído para cuajar el azogue, que había de hacerse en ella, o vaso de hierro, intenté a falta suya hacerlo con un perolillo de los ordinarios de Cobre, y no tienendo efecto lo que esperaba añadile tentando algunos materiales, y entre ellos metal de plata molido sutilmente, parecièndome que las reliquias de semilla, y virtud mineral, que en estas piedras había, con el calor y humedad del cocimiento, podrían ser de importancia para mi pretensión. Saqué al fin en breve cantidad de pella, y plata, que al principio, como a poco experimentado, me alteró no poco; pero desengañome presto advirtiendo que era la plata que el metal tenía la que el azogue había recogido y no otra en que se hubiese en parte trasmutado. Quedé muy contento con el nuevo y breve modo que acaso hallé de beneficiar metales; y desde entonces con discursos y experiencias contínuas lo aventajé en muchos casos, usándolo y comunicándolo públicamente, sin hacer misterio de reservar para mí sólo éste, ni otros secretos. Ejercitelo con más comodidad desde el año seiscientos y quince, siendo cura de Tiaguanaco de la provincia de Pacagas, y con más abundancia, y más provecho desde el de diez y siete en la de los Lipes. En el discurso de tanto tiempo han querido algunos ganar gracias, atribuyéndose méritos agenos, pidiendo aventajados premios en diferentes partes, por inventores de este beneficio nuevo: pero bien han mostrado no haberlo sido, ni saberlo con fundamento, sus propios yerros y desengaños agenos. Yo sé de mi de cierto que no lo aprendí de nadie, ni lo supe, sino con la ocasión dicha, aunque por ser tan dilatado el mundo en edades, y regiones, no sé si en alguna se ha usado antes de ahora, aunque no hace memoria de él ninguno de los Autores Antiguos, ni Modernos, que tratan estas materias. Provisión se me concedió por la Real Audiencia de la Plata, para que nadie, sin licencia mía, usase este método de beneficio de metales, y sin interés ninguno lo he permitido a todos, aunque reservándome para mí algunas particulares que en los capítulos que siguen se irán manifestando".

Sería muy difícil describir al cura de Potosí mejor que él mismo se revela en esta hermosa pieza de honestidad científica. En un rincón del vestíbulo del Instituto de su nombre, en Madrid, hay una reproducción del aparato que Alonso Barba diseñó para el beneficio de los minerales por cocimiento.

La importancia de este libro puede deducirse de las muchas ediciones que de él se hicieron en diferentes países: ocho en España, cinco en Hispanoamérica, cinco en Alemania, cinco en Francia, tres en Holanda, una en Italia, una en EEUU y cuatro en el Reino Unido. El traductor de una de las ediciones francesas decía en su prólogo:"Los españoles y los alemanes, fueron, durante muchos años, casi los únicos en Europa que conocían el arte de beneficiar el oro y la plata y de afinarlos". Cuando Alvaro Alonso Barba murió (¿1640?), acaso sin ver un ejemplar de su libro, la centuria española había acabado. Por los hechos referidos -respetando, naturalmente, otras opiniones- puede concluirse que el interés de los españoles de los siglos XVI y XVII en el oro y en la plata están tan metalúrgicamante justificados, como lo pueden estar actualmente el de otros ciudadanos por metales como el uranio, o por no metales como el petroleo, independientemente de donde se encuentre.





Felipe Calvo, humanista palentino.
Ensayos y escritos en "Curiosón".


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