Hechos geográficos sobrecogedores que los cronistas de la época refieren con asombrosa sencillez.
Ninguna otra empresa histórica a nombre de otra nación u otro pueblo ha sido preparada y realizada tan ajustada a Leyes, ni sus protagonistas fueron tan críticos con su propia obra.
Coetáneos de Cortés, embarcados o no en el Descubrimiento, verdadero oro, aunque metafórico, de su siglo, fueron Pizarro, Balboa, Elcano, Magallanes, Pedro de Alvarado, el P. Vitoria, Berruguete, Santa Teresa de Jesús, los Arfe... La relación se haría interminable.
Ninguna otra empresa histórica a nombre de otra nación u otro pueblo ha sido preparada y realizada tan ajustada a Leyes, ni sus protagonistas fueron tan críticos con su propia obra. Todo lo mal hecho, los graves errores, lo que de censurable hubo, fue furiosamente advertido por el P. Bartolomé de las Casas Protector de los indios por designación del Emperador. Durante cincuenta años fray Bartolomé fue puntual informador de abusos al Rey y al Consejo de Indias, para lo cual comenzaría el océano treinta veces -casi un puente Atlántico- influyendo en la promulgación de leyes protectoras de los derechos humanos de los indios. Era otra forma de servir al Descubrimiento que la que adoptó el sacerdote Alonso Barba que permaneció sesenta años seguidos sin volver, levantando parroquias y hornos metalúrgicos y poniendo al servicio público su saber acumulado.
Y quiso morir allí, al aire limpísimo del altiplano alpino. Conviene recordar que el primer asentamiento español permanente data de 1493 y la primera colonia inglesa de 1607; es decir, 115 años después sin que se las tuvieran que haber otros imperios: los colonos anglosajones establecidos en el Este de América del Norte tardaron siglos en decidirse a cruzar el Misisipi para llegar a California y hacer buenas las referencias que tenían de oro en placeres de ríos lejanos. Para entonces, digo, los españoles y sus mestizos llevaban trescientos años recorriendo los países andinos, la Amazonia, la América del istmo, la Nueva España... La decisión (?) anglosajona es tan reciente que casi coincide con el invento del celuloide que dio nacimiento a la nueva forma de crónica para la colonización de América: los Wensters. Aquí sí que el oro motivó que se poblaran la mitad de los actuales Estados Unidos de América del Norte.
Trecientos años antes, la muerte atormentada de Guauhtémoc en México, o el rescate de Atahualpa en Cajamarca, fueron trágicos sucesos que demuestran el difícil o imposible control de las empresas que, por su envergadura, por su grandiosidad, por su significado, sobrepasan la capacidad de sus protagonistas, aunque los acontecimientos los hayan transformado en titanes.
Los hombres llegados de España, se encontraron con hombres en el Nuevo Mundo. El encuentro de pueblos en tan diferentes momentos y, fatalmente, con tan distintos papeles que jugar en aquel acontecimiento, se desarrolló de acuerdo con unas circunstancias sin precedentes (lejanía, sorpresa, adversidad, cordialidad). Está por demostrar -insisto- que otra nación lo hubiera hecho mejor; por lo singular y único, aquel encuentro se hace irrepetible e incomparable.
A quienes ahora ocultan su asombro para asentir a las versiones llamadas progresistas generalmente vanas, enanas, tergiversadas y tendenciosas de acontecimiento tan grandioso, habría que decirles que no tengan miedo ni reparo, que no hay nada de qué arrepentirse aunque haya algunas cosas que lamentar.
Felipe Calvo, humanista palentino.
Ensayos y escritos en "Curiosón".
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