Mis recuerdos del otro Guardo (III)

Mis recuerdos del otro Guardo


Ropas y vestidos (I)



Siglos y siglos de vestirse el pueblo con lino, con lana y con frío, y en pocos años, desde mi infancia a hoy, la moda, la superabundancia y las fibras industriales. En pareja escalada se ha pasado, casi insensiblemente, del zurcido y remiendo pertinaces a la prenda de temporada o incluso, de un día, que se arrincona o destruye a continuación por fuera de ese juego social de "lo que se lleva o no se lleva", del "me cae bien" o del "no me favorece".

En ese pasar de la penuria a lo superfluo; del ahorro y conservación a ultranza a la abundancia y al derroche que caracterizaban tantas facetas de nuestra vida cotidiana, han constituído los vestidos uno de los casos más patentes. Y no es lícito ni razonable, buscar los motivos en la solidez o en la baratura de las nuevas fibras; todos somos conscientes, aunque no queramos reconocerlo, que la expliación es muy sutil, que responde a condicionamientos artificiosamente establecidos por una sociedad de consumo. Pero no es justo que, apenas hace cincuenta años, se pasasen tantas miserias y hoy nos atrevamos a despreciar simplemente porque "está pasado de moda". Esperemos que la vida, en su discurrir futuro, no pase a su vez la factura por este insensato e inconsciente despilfarro. 

Pantalón y camisa de lino

¿Qué delicias no hubiera significado para aquellas gentes de un solo vestido, el regalo de una cualquiera de las innumerables, finas y perfectas prendas actuales?

Los hombres, en verano, vestían pantalón y camisa de lino, a lo que añadían en invierno chaleco de lana y chaqueta de sayal; calzados, y no siempre, con escarpines con o sin "soleta" (doble piso), borceguíes de cuero (sin calcetines) o albarcas; los sabañones eran frecuentísimos y terribles. Las mujeres se cubrían y abrigaban con faldas, refajos, blusas, camisas o batas de lino, en colores y tonalidades muy pobres; también solían usar los "culeros" o pantalón interior abierto para facilitar las funciones fisiológicas. En verano y por el calor, la falta de recuersos o vete a saber..., eran frecuentes las que iban "correlativas", con una sola prenda colgada de los hombros y sin ceñir. En los hombres, los calzones eran un lujo, hasta el extremo de existir en los pueblos los "calzones de concejo" al servicio de las autoridades en las grandes ocasiones; y cuenta el chiste, anécdota o caricatura del nuevo edil que, desconocedor de la prenda, preguntaba al alguacil: 

-¿Y cómo diablos se pone ésto?.

La aclaración, rotunda y llana:

-Pos lo cagao, pa trás". 


Imagen: Estalayo
Revista El Roble
Numero 17
Verano de 1979






PUBLICACIONES DE "EL ROBLE"
DIRIGE: JAIME GARCÍA REYERO 1975

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