Reencuentro tras la pandemia

En verano nos reunimos con la familia materna en La Coruña porque allí viven mis hermanas. La última vez que lo hicimos fue en julio de 2019. Pero el año 2020 llegó con su regalo envenenado y todo lo que millones de personas en todo el mundo, posiblemente, habían programado con antelación se vino abajo. Y dócilmente en unos casos, pero con cierta rebeldía en otros, por precaución, fuimos responsables y seguimos la pauta marcada y aceptamos los protocolos indispensables para que el virus no nos alcanzase y no se extendiera. El teléfono fijo y el móvil con sus vídeo llamadas, mensajes de voz o escritos, whatsApp, atenuaron la ansiedad que amenazaba con arruinar la calma necesaria en esa larga etapa que cada uno llenó como supo y pudo, si bien es cierto que la calidez del contacto humano -tan necesario entre familiares o amigos- fue fruta prohibida y a ella renunciamos por cariño o amistad.


A Coruña

Por eso, cuando mi hermana María Dolores del Carmelo y mi cuñado Juan Pallas Mallo llamaron para decirnos que venían a celebrar nuestro doble cumpleaños y santo -nació quince años después que yo- supe que, a pesar de la mascarilla y la distancia reglamentaria, el cielo cambiaba de color y la alegría se me coló muy adentro hasta hacerme olvidar largos meses que, ¡ojalá!, se hubiesen descolgado del calendario sin haber existido. Leí un artículo: La eterna juventud tiene un alto precio, firmado por Sandra López Letón. Escribe que -en plena pandemia- se gastaron 2.660 millones de euros en sentirse bien. Mantenerse joven es importante para quien, además puede pagar por ello. Unas cuantas cifras: implante capilar de 3.000 a 9.000 euros. Botox en frente o cejas, a partir de 250. El relleno de mejillas, entre 1.000 y 1.300. El precio de una reducción o de un aumento de senos oscila de 5.000 a 9.000 euros. No sigo.

Me hago esta preguntas: ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar, y con qué moneda, para volver a un tiempo en el que la inocencia vivía en lo más íntimo de nuestro ser? ¿Por qué, a medida que envejecemos, dejamos a un lado el día día por rutinario y nos volvemos hacia el tiempo amarillo de la infancia? Mi hermana Loli fue el regalo que mis padres me hicieron el día del Carmen. Ella nació también en esa fecha y es muy querida por mí.

Imágenes: 
A Coruña, De Curiosón
Abajo, La boda de Carmen y Marcelino; sus hermanas Loli, a la izquierda y Merche, a la derecha, llevando las arras.
 

SOBRE ESTA BITÁCORA

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1 comentarios en el blog:

jarrrr dijo...

Hola Carmen ,pues que decir yo que el día del cumpleaños de mi mujer,nació nuestro hijo,me decían las matronas hay que ilusión y que le vas a regalar a tu mujer ,...y yo les decía hay tiene el regalo ese año me escapé los siguientes por 2

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