La belleza de tu palabra
«Amo el minúsculo fragmento de mundo que está al alcance de mi mano, y el no mucho mayor que está al alcance de mis ojos».
«Amo el rayo de sol que en este instante incide y reverbera sobre el papel en el que escribo».
Estas dos frases marcan el comienzo de un artículo de Antonio Gala que tituló La Madre Común. Aún lo conservo porque el tono poético quedaba patente en el mismo de principio a fin. Me gustó tanto que lo recorté antes de reciclar el periódico. Hace ya tiempo que, en TVE, pudimos ver y deleitarnos, aprender con agrado, Si las piedras hablaran. Una serie de programas culturales que acertaron a reunir a hijos con padres, dos generaciones tan diferentes en gustos, un milagro que hoy pocas veces ocurre, delante de aquella pantalla, enana, si la comparamos con las que hoy en día son normales en cada casa.
Siempre me he dejado llevar por la belleza de la palabra que Antonio Gala hilvanaba con hilo de oro y mágica maestría, un deleite al oído para quienes, en toda España, esperaban la hora en la que sus programas salían al aire. Cada capítulo de la serie, estaba cuidado al máximo e, incluso aquella voz -en off- que Matilde Conesa y Rafael de Penagos ponían a los textos del maestro, tenían su especial personalidad. La presentadora se llamaba Natalia Figueroa. Hay escritores que se hacen hueco en nuestro corazón y enganchan a golpe de sabiduría y ritmo. Es el caso de este escritor que, ahora por edad, nació el 2 de octubre de 1930, disfruta de merecido descanso.
Pero antes nos ha dejado como un regalo, para siempre, la cadencia de su voz, su sosegado decir, la brillante fuerza de su palabra que, así lo creo, casi resume en esta frase: «Amo el aire resplandeciente de estas primeras horas de la tarde y la suave temperatura que se adivina en él». Basta con entrar en Wikipedia para conocer su currículo jalonado de premios. Ha sido poeta, dramaturgo, novelista, guionista y articulista destacado. Hombre sereno y, a la vez, inquieto. De ese temperamento nace su oficio de escritor que investiga, trabaja, piensa y plasma una realidad que se transforma en onírica en algunas de sus obras. Y termino con otra frase suya que evidencia su personalidad: «No estoy acostumbrado a la felicidad, ni la busco».
Imagen: Antonio Gala, De Ateneo de Córdoba - commons.wikimedia
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