Ese gusano de la indiferencia
"Dichoso pensamiento el de creer que podemos ser Eternos –cuando el aire y la tierra están repletos de vidas que han pasado –y acabado– .”
Tu hablas de pueblos y despuebles, y eso no les importa ni a quienes lo padecen, que han pasado a un modo de silencio absoluto y definitivo dando a entender que, para vivir allí no hace falta reprochar las carencias sino habituarse a tantas pequeñas y reconfortantes cosas como se nos muestran en un lugar tan alejado de la supuesta civilización. El poeta Abraham Grajera seguro que disfrutó mucho, tanto como las respuestas que obtuvo al traducir las cartas de la poetisa norteamericana Emily Dickinson con las que abro esta madeja de hoy, llenas de poesía, que aparecieron en un cajón cuatro años después de su muerte.
“En esta breve vida,
no más larga que una hora.
Cuánto -cuán poco-
nuestro poder atesora.”
Nos sorprendería la cara que puso quien encontró aquellos sobres con tan profundas reflexiones:
”Una gran esperanza cayó, no escuchaste ningún ruído…” Dice Emily en otra de sus notas:
“El tiempo se llenó de tal manera que cuando se echó el pestillo y la puerta de roble se cerró me di cuenta como nunca antes de cuántas cosas queridas cabían en una única casa de campo”.
Concluyendo. Vagamos por mundos paralelos, pero cada día más sordos a los problemas y emociones del vecino, del familiar, del amigo. La vida se pasa en un minuto, lo sabemos, pero somos ciegos, aunque lo padezcamos en nuestra propia carne.
Y nos morimos sin remedio. No hay fórmula que lo impida. Aquí no queda ni el apuntador, pero parece que tenemos que dar momentos épicos, parece que nos complace dejar títulos y prebendas, que se vea nuestro poder, que se hable de nosotros, incluso después de muertos.
Concluyendo. Vagamos por mundos paralelos, pero cada día más sordos a los problemas y emociones del vecino, del familiar, del amigo. La vida se pasa en un minuto, lo sabemos, pero somos ciegos, aunque lo padezcamos en nuestra propia carne.
Y nos morimos sin remedio. No hay fórmula que lo impida. Aquí no queda ni el apuntador, pero parece que tenemos que dar momentos épicos, parece que nos complace dejar títulos y prebendas, que se vea nuestro poder, que se hable de nosotros, incluso después de muertos.
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2 comentarios en el blog:
Has madrugado mucho, Alfonso. ¿Has visto qué bonita la iglesia de mi pueblo? Miremos también las buenas obras, que las hay, ante tanto derribo como amanece en el mundo cada día. Gracias, amigo.
He visto Froilán esa preciosa postal navideña de la Colegiata de San Salvador de Cantamuga, que altiva se enfrenta a la nieve y asoma su esplendorosa espadaña a esa bonita instantánea que abrió Pumar59. Recóndita belleza en un paraje ý un monumento único de la Pernía y del Románico. Nieva en San Salvador, la nieve lo invade todo, y hace bello ese valle.
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