En el noreste de la provincia de Salamanca, colindante con las provincias de Ávila, Valladolid y Zamora y rodeada de un paisaje de extensas llanuras y estepas cerealistas con fértiles campos de trigo, se halla Cantalapiedra, un pueblo casi desconocido, eminentemente agrícola y con un rico patrimonio artístico. Si bien el paisaje de la interminable campiña puede parecer monótono, cuando entramos en el casco urbano de Cantalapiedra y paseamos por sus calles, sentimos esa raigambre que conservan aún sus casas antiguas y su patrimonio monumental, que muestran el esplendor histórico y artístico que tuvo en un pasado medieval. Ese pasado viene determinado por su situación geográfica, en el nordeste de Salamanca, actualmente en la frontera con tres provincias, pero que en la época medieval fue entre los reinos de Castilla y León, cuando los reyes leoneses repoblaron la zona y la amurallaron para defender la parte oriental del Reino de León, motivo por el que aún se conservan los restos de la casi desaparecida muralla que antiguamente rodeaba la ciudad, una vieja torre cuadrada de defensa, la Torre del Deán, integrada completamente en el casco urbano, y que fue testigo de las batallas fronterizas entre el reino de Castilla y el de León. Data del siglo XIII, construida en sillarejo con refuerzo de ladrillo en las esquinas, material este muy típico de la campiña castellana.

Además de la mencionada torre, uno de los lugares más emblemáticos del municipio es la Plaza Mayor porticada donde se encuentra la Iglesia de Santa María del Castillo, una iglesia de grandes proporciones que en su día llegó a tener la categoría de catedral. En sus orígenes permanecía adosada al castillo de la localidad, hoy día desaparecido, pero hay vestigios de esa construcción. En el Siglo XV el Obispo Don Sancho de Castilla trasladó la Sede Episcopal Salmantina a Cantalapiedra, fijando su residencia en el castillo que se encontraba al lado de la Iglesia Parroquial de Santa María del Castillo, que a partir de ese momento adquirió el rango de catedral. Está declarada BIC y es enteramente románico-mudéjar, con la peculiaridad de que sus muros y ábsides fueron forrados con piedra en el siglo XIV.

Muy importante es también la Ermita de Nuestra Señora de la Misericordia, del siglo XVI, con una escultura en madera policromada de la Virgen a la que está dedicada la ermita, la Casa de los Onís, así mismo del siglo XVI perteneciente a una importante familia que dejó su escudo de armas en la fachada. No menos llamativo es el Monasterio de las Hermanas Clarisas, donde se encuentra la iglesia del Sagrado Corazón fechada en 1920. Allí podremos detenernos para adquirir algunos de los deliciosos dulces que preparan las monjas, de los cuales doy fe de que están riquísimos.
CIEN ESTAMPAS DE MI TIERRA