Allá van leyes do quieren reyes


Otro que tal. La democrática Teresa Panza, penetrada de que el condado de su hija ha de ser su perdición, dice a Sancho : «Siempre, hermano, fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos: Teresa me pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin añadiduras, ni cortapisas, ni arrequives de Dones, ni Donas: Cascajo se llamó mi padre, y a mí por ser vuestra mujer me llaman Teresa Panza, que a buena razón me habían de llamar Teresa Cascajo; pero allá van reyes do quieren leyes, y con este nombre me contento, sin que me pongan un Don encima, que pese tanto que no le pueda llevar.»

Doña Rodríguez al oír cómo don Quijote aseguraba a Sancho que las dueñas condesas servían a reinas y emperatrices, habló de esta suerte: «Dueñas tiene mi señora la Duquesa en su servicio, que pudieran ser condesas si la fortuna quisiera; pero allá van leyes do quieren reyes, y nadie diga mal de las dueñas y más de las antiguas y doncellas.»

El sobrebarbero, al ver estupefacto cómo el sufragio universal declaraba unánimemente que la albarda era jaez, y no albarda, y que en consecuencia le decía don Quijote que había alegado y probado muy mal de su parte, exclamó al punto: «No la tenga yo en el cielo, si todas vuestras mercedes no se engañan, y que así parezca mi ánima ante Dios, como ella me parece a mí albarda y no jaez: pero allá van leyes... y no digo más: y en verdad que no estoy borracho, que no me he desayunado, si de pecar no.»

Las tres cuartas partes de los ciudadanos españoles decimos lo mismo que el sobrebarbero; la albarda nos parece albarda; pero allá van leyes y no digo más. Y tampoco estamos borrachos.

Por de contado que este refrán figura en todas las colecciones. Para acomodarlo a las necesidades de los tiempos modernos, debería invertirse de la manera que lo hace Teresa Panza:

—Allá van reyes do quieren leyes.

Que vale tanto como decir:

—Allá van reyes do quieren diputados, o do quieren generales, o do quieren tertulias, o do quieren logias.

Si es cosa de que los reyes deban darse por definitivamente borrados del mapa-mundi, podrá decirse de aquí en adelante:

—Allá van leyes do quieren votos.

Voto a tal, voto a cual, el que más vota y más grita y más pega, si a pelo viene, es el que más razón tiene. Mas para contrarrestar el bárbaro despotismo del refrán, tenemos a la mano los españoles otro adagio con el cual se puede salir de los mayores apuros y compromisos en que las descomunales leyes ponen a un hombre de bien, y es aquel que dice:

—Hecha la ley, hecha la trampa.



IMAGEN: EL COMERCIO
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1 comentarios en el blog:

Antonio Riaza (wassap) dijo...

Hoy el refranero trae uno muy clásico y que además es muy actual. Parece mentira. Pero podemos decir que hecho el hombre hecho el engaño como si éste estuviera integrado en nuestra propia naturaleza y que con nuestro raciocinio intentamos corregir para mejor convivir.

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