Carta a los Magos de Oriente
Pero sobre todo nosotros, los más pequeños, porque en aquella noche tan mágica esperábamos con verdadera expectación la llegada de sus Majestades cargados de regalos; confiando que entre ellos estuviesen, sí o sí, algunos al menos de los que con tanto entusiasmo les habíamos pedido en aquella tan bien meditada Carta que, con tantos nervios por nuestra parte, habíamos tan solo garabateado en ocasiones; pero que contenía la esencia de nuestras peticiones.
Y no teníamos a nuestro alcance ni televisión, ni ningún catálogo de juguetes a mano donde inspirarnos y poder estar, a la vuelta de la calle, sobre los últimos juguetes de moda que estuviesen arrasando el mercado en aquellas fechas.
Nada de todo ello teníamos a nuestra disposición cuando, sobre la mesa de la cocina, nos poníamos mano a mano con nosotros mismos y nuestra imaginación, a escribir aquella tan estudiada Carta a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente.
Esa sí la conocíamos fuera de toda duda, la dirección correcta donde debíamos enviar la Carta, so pena de que no pudiese llegar al destino correcto y nos quedásemos sin nuestros juguetes, por los que habíamos estado suspirando a lo largo del año.
Y una vez escrita la Carta y entregada a nuestros padres para que ellos la depositasen en el buzón de correos, notábamos que la tranquilidad volvía a apoderarse de nosotros; y ya teníamos el resto de los días para dedicarlos a los juegos habituales de nuestra edad.
Claro que llegada la Noche de Reyes volvíamos a mostrarnos inquietos e impacientes por demás, mientras los nervios volvían paso a paso a apoderarse de nosotros. Y por mucho que nos insistiesen en la casa, aquella noche se nos hacía imposible conciliar el sueño. Eso sí, estábamos tranquilos en una pequeña parte, porque aquella tarde habíamos sacado un brillo especial a nuestros zapatos y los habíamos dejado en un sitio bien visible de la estancia, junto a los que habíamos colocado también una bandeja con unas pastas y una copa de licor.
Y ya sólo nos quedaba esperar a que pasase pronto la noche para, con las primeras luces del día, correr escaleras abajo hasta aquella estancia de la casa donde esperábamos encontrarnos con los regalos tan soñados.
El sueño en cuestión se convertía pronto en realidad y la emoción nos desbordaba cuando, tras la sorpresa inicial, comprobábamos que la Carta había llegado a su destino y hecho sus efectos, porque allí frente a nosotros teníamos muchos de los regalos y juguetes pedidos en la misma.
Así que nadie iba a ser capaz ya de apartarnos, al menos por unas horas, de aquella estancia de la casa.
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5 comentarios en el blog:
Muy cercana es la historia de hoy, Javier, que de nuevo nos traslada a la niñez, a ese día de lo Reyes, en el que llevábamos esperando todas las Navidades a que llegaran en sus camellos cargados de regalos, pero también me viene a la memoria cuando como padres traíamos los Reyes a nuestros hijos y se repetían la magia de los regalos, y nosotros nos sentíamos también niños al ver la ilusión de nuestros hijos.
Hace años, siendo joven, cuando era director del diario Antonio Álamo (qgh), escribí una carta que tuvo mucha repercusión, porque daba la vuelta a aquello de que "no hagas caso, que los reyes no existen" y dejaba claramente abierta la esperanza, porque hemos de creer, porque necesitamos creer, para que la ilusión no se pierda y se genera un bonito ambiente que vale tanto como los regalos que nos llegan. Gracias, Javier, por todas estas cartas que nos dejan, que nos devuelven a nuestros primeros años.
Los niños tienen derecho a disfrutar de la magia impostada. La pena es que la transición de la niñez al siempre aborrecible mundo de los adultos es muy rápida. La pérdida de la inocencia es casi insoportable.
Viaje al interior de nuestros años de niñez, un mundo mágico donde todo era posible, nos creíamos cualquier cosa, hasta que un buen año, mediados los nueve o diez años te enteras de la realidad y desde entonces ya no era lo mismo. Pero algún recuerdo nos deja en la mente para siempre, yo por ejemplo recuerdo una caja de pinturas Alpino que me echaron los Reyes, un regalo muy modesto ahora, pero que en su día me pareció un tesoro, pues para mí era un sueño tener unas pinturas para llevar a cabo mis sueños artísticos. Lo digo con una sonrisa de nostalgia. Aquella cajita todavía me ilusiona, más que si ahora me regalan los mejores y más caros lápices del mundo. Es la inocencia con la que recibí ese regalo lo que más me emociona al recordarlo.
Muchas gracias por vuestros comentarios aquí en Curioson a mi "Carta a los Magos de Oriente". En efecto, el relato nos retrotrae irremisiblemente a aquellos años de nuestra niñez en nuestras casas en aquellas épocas de tantas estrecheces económicas en los hogares, por lo que los regalos de Reyes no eran para nada vistosos y de mucho valor económico; pero sí de un gran valor emocional cuando nos topábamos con ellos nada más amanecer el día 6 de enero. Aquello sí que era magia. Y nosotros tan contentos que pasábamos el día. Era una gran ilusión para nosotros aquel día. Saludos.
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