La industria ferroviaria

Los del ferrocarril se instalaron en nuestro suelo a pesar del escepticismo que en las altas esferas había sobre este nuevo medio de transporte. Los entendidos señalaban que la configuración de nuestro suelo, Orduña y las montañas cantábricas, daban una impresión poco favorable a los constructores. Nuestro país, decían, no era propio para los caminos de hierro. Idéntica consecuencia saco Stephenson al desembarcar en Santander con la misión de construir ferrocarriles encargados por una empresa extranjera: “No he visto gente suficiente para llenar un vagón de ferrocarril".


De nuestra revista PERNIA. Número 19, Abril de 1986

 


Por aquella época, el canal era el medio de transporte más avanzado, que se las prometía felices y por el que se daban salida a la producción cerealista de Valladolid y Palencia. Su explotación se encontraba en sus mejores momentos. Los del ferrocarril opinaban que para grandes velocidades y artículos ligeros lo preferible era el camino de hierro. La realidad de todo esto era que detrás se encontraba una empresa mercantil, una entidad bancaria que solamente buscaba ganancias. Decía que los beneficios del capital empleado en el ferrocarril eran del orden del 12%, que en tiempos podría ser mayor teniendo en cuenta el efecto multiplicador que tendría este transporte sobre la agricultura. Nuestra nación fue la última en adoptar la empresa ferroviaria, ya que se encontraba con la oposición de las clases adineradas. Punto negativo que se transformó en signo contrario, al adoptar en España las técnicas traídas de los anteriores países. Se llevó a cabo con tanto afán que fuimos los primeros en construir líneas en plazos más breves que nadie. Se introdujeron máquinas trituradoras, bombas extractoras y aparatos de saneamiento para las galerías. Además, se introdujo la novedad del trabajo de noche mediante un sistema de luz eléctrica inventado por N. Serrín, en sustitución de la luz de las antorchas y de teas resinosas que se traían de Francia. Fuimos los que mejor construimos el ferrocarril, la empresa ferroviaria que se les había prometido con una gran optimismo, se encontró con el gran problema de la escasa densidad de tráfico y la deficiencia de vagones en los momentos que más falta hacía, para dar salida a la cosecha. Como consecuencia se encontraban los déficit de las cuentas de explotación y la mala gestión. A los primeros trabajos siguieron las innovaciones, la sustitución por otros materiales de mejor calidad y resultados. En el año 1852 se levantaron puentes de madera en el ferrocarril de Alar a Santander. Los de la "Horadada" y "Congosto", sobre el Pisuerga; el de Villaescusa sobre el "Camesa"; el Hijar, en Reinosa; y los de "Somahoz" y "Caldas" que salvaban el río Besaya. Éstos puentes en 1860 fueron sustituidos por otros de hierro con tableros de madera, y en 1940 se renovaron por puentes totalmente de acero. El ferrocarril es una empresa que través de los años está pagando los errores de su inicial planteamiento. Tal vez el mayor de ellos fuera inutilizar un medio de transporte que estaba dando resultados optimistas, que era el canal de Castilla.

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Cuaderno de José Pérez Llorente
Publicaciones del autor en nuestra revista "Pernía"


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