Aquel camino del río (y II)
💬 Cuando, avanzada la tarde, el sol había perdido ya parte de su fuerza, pero todavía sus rayos se colaban raudos por entre las ramas de los árboles de mayor altura, alguien advertía que era el momento de hacer un alto en nuestras respectivas artes de pesca; y tomar los bocadillos que en casa nos habían preparado.
En el camino de vuelta, aparte de contemplar de nuevo los campos de cereal que el viento seguía moviendo en pequeñas oscilaciones de hito en hito, volvíamos a asomarnos entre las zarzas del camino por ver si seguía allí nuestro nido encontrado horas antes; pero, para nuestra sorpresa, comprobábamos que se encontraba vacío, por lo que nuestra deducción lógica era pensar que los pájaros habían volado aquella misma tarde. Y sentíamos entonces que, en medio de la naturaleza, la vida animal había cumplido una vez más su ciclo.
Y de pronto, pensando en el origen y misterio de la vida, nuestra imaginación iba más allá en algunos de nosotros, hasta el punto de intuir que aquél sería uno de los temas de conversación en la próxima reunión de todos nosotros en el soportal de la iglesia tras la cena.
Y porque seguro que encontraríamos un montón de dudas en nuestras conversaciones, era posible que alguien apuntase realizar la oportuna consulta a nuestra maestra al día siguiente en la escuela. Ella nos resolvería estas dudas y nos colocaría en el camino cierto del conocimiento y de la verdad.
Ahora, cuando andando los años, muchos años en esencia, aquellos chavales del ayer nos hemos convertido en adultos fresando la edad de la jubilación –e incluso disfrutándola ya- en los diferentes destinos laborales, y peinando canas quien más quien menos, algunos de nosotros hemos querido regresar al pueblo, a nuestro querido Velillas, huyendo un poco de las grandes aglomeraciones de las grandes ciudades y tratando de encontrar un cierto reposo en nuestras vidas.
Y no sé si de manera providencial o no, lo cierto es que la pandemia causada por el coronavirus que arrastramos a nuestro lado durante más de dos años, nos pilló por suerte en este entorno rural. Lo que nos hizo mucho más fácil y cómodo el poder seguir sin grandes sobresaltos las restricciones y las medidas sanitarias establecidas a tal fin, al disponer de grandes espacios abiertos a la naturaleza nada más salir de casa; sin miedo a las aglomeraciones de gente y a las distancias interpersonales.
Naturaleza y paseos al aire libre, que se volvieron a descubrir mágicamente en toda su amplitud día tras día, quizás como consecuencia colateral de esta pandemia.
Y algunos de aquellos días del obligado aislamiento, tomando el camino del río de aquel entonces acompañado de mi perro, que me observaba a cada paso. Y es que los recuerdos del ayer me bullían por doquier y me dejaban parado mirando la belleza de aquellos campos.
En tanto mi perro me observaba sorprendido, como si hubiera interpretado algo en mi rostro; mientras yo seguía caminando y dejando escapar una sonrisa claramente demostrativa.
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7 comentarios en el blog:
Remembranzas como estas configuran la verdadera intrahistoria, sin la que el ser humano carecería de sentido. Amigo Terán, estas hermosas páginas nos recuerdan que sún quedan personas como tú que consideran la infancia y la adolescencia como los períodos más importantes de la formación personal. Estupendos recuerdos de la vida de un pueblo y agradecida lectura por parte de quienes hemos disfrutado con tu texto.
Aunque estos días la lectura está más floja porque los lectores están de vacaciones, este camino del río que tu nos propones estos días, es un regreso a nuestra niñez, a nuestra tierra y seguro que en esa misma historia se ven reflejados los que decidan pasarse un momento para ver las novedades del blog. Yo me acuerdo de mi abuela Lorenza, que me llevaba a pescar cangrejos.
Gracias, Javier, por estas historias cercanas.
Agradezco vuestros comentarios a mi relato, Enrique y Froilán, tan cariñosos ambos para mis palabras, tratando de evocar un recuerdo de aquellos años de niñez en el pueblo, con vivencias que, con un poco de inspiración de las musas de otro lado, he querido traer al presente. Saludos.
Segundo relato de aquél camino del río que nos vuelve a descubrir recuerdos de tu niñez, y nos hacen añorar esos privilegios de niños, como pescar en el río, comer el bocadillo, descubrir los nidos, y esos encuentros nocturnos en el atrio de la iglesia en la que había preguntas, algunas con respuesta, pero otras con dudas que os resolvía al día siguiente la maestra. Volver al pueblo como padres y abuelos, y recordar esa pandemia que se vivió allí de otra manera. Y esos paseos con tu perro, yo que he tenido perro añoro esos paseos por el campo con aquel fiel amigo de cuatro patas que me acompañó tanto y tantas satisfacciones me dio.
Muchas gracias también a ti, Alfonso, por tus palabras hacia mi relato; llenas de cariño y emoción, como cuando cuentas lo de tu perro. Me alegra saber que, de alguna manera, mi relato te haya servido para recordar también a ese animalito de "cuatro patas" que un día te acompañara en tus paseos. Saludos.
Buenos recuerdos que no se olvidan y se disfrutan. Siempre se vuelve a los orígenes, nuestra infancia, lo que nos dio esa felicidad que añoramos. No hay nada mejor que disfrutar de la naturaleza en estado puro.
Muchas gracias, Paqui, por tus palabras. En efecto, así es. Cuando un recuerdo de aquel entonces te llega, no hay como desarrollarlo por ejemplo sobre el papel, porque es volver a vivirlo gratamente. Saludos.
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