Gonzalo Ortega Aragón y su carta a Ruanda
Fue redactor jefe de Diario Palentino entre 1985 y 2007, año de su jubilación · Mantenía aún sus secciones de 'La Solana' y 'Palencia Insólita'
Gonzalo Ortega Aragón fue uno de los primeros amigos de Marcelino que conocí en la Semana Santa del año 1963. Su mujer Dorita, y yo, empatizamos rápidamente y seguimos siendo buenas amigas aunque no juguemos juntas la partida de cartas, sí coincidimos en otras muchas cosas. Escribí un cuento ficción-realidad que dediqué a una hermana religiosa que ella tiene, María Luisa, y que, ahora, disfruta de un bien ganado descanso en Valladolid, pues ha gastado sus años en el trabajo de sacar adelante en -Ruanda- a cientos de niños que, gracias a ella y a las escasas compañeras que la Orden tiene allí, multiplicaron esfuerzos y quitaron el hambre y salvaron la vida, durante aquel periodo fratricida en Ruanda, cuando se mataban entre sí.
Gonzalo Ortega, en su Solana Palentina, 8 -10- 1994, que titula Carta de Ruanda. Deja su emoción: «escribe la hermana y llora para sus adentros y hace milagros en sus afueras. Donde la hermana se duele de la muerte y riega la vida con su vida…». Y cuenta que mucha gente ha muerto por guerra y por hambre. Que la desnutrición es terrible y «son tantos los que me llegan que no sé dónde meterlos. Vienen desde los campos de refugiados del Zaire en muy malas condiciones y cuando llegan a sus casas se lo han robado todo, no encuentran nada». Y añade desolada que «ya ninguna familia se reagrupa entera, todas han perdido a hijos o padres en las barbaridades de la guerra o en los campos del Zaire».También habla de la solidaridad de muchas Oenegés. Llega comida, ropa, medicamentos y útiles del hogar. Y se emociona María Luisa cuando cuenta que, cada 15 días, se acercan a la casa en la que viven y ellas les dan «cuanto tenemos» y sobre todo cuando ve que en Cruz Roja Internacional aparecen donaciones con el membrete de España y añade «nos hace mucha ilusión porque los españoles sois muy generosos. Os lo recuerdo para que sepáis que sí llegan las cosas que dais».
Esta columna que iba dedicada a un amigo, me acerca un recuerdo que estremece: Un Estado para librarse de los emigrantes quiere enviarlos a Ruanda. Ignoro si Ruanda puede acogerlos y cubrir las necesidades que todo ser humano necesita para afrontar una vida digna. Un emigrante puede aportar algo bueno. Y, aprenderá, si se le brinda la ocasión.
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4 comentarios en el blog:
Conocí a Gonzalo en el periódico y leía cada día sus columnas en el mismo. También he leído sus libros, llenos de palentinismo por los cuatro costados. Y, de hecho, fue él el que me introdujo en estas lides de las colaboraciones semanales en Diario Palentino. Recuerdo las visitas a la redacción en el antiguo emplazamiento del periódico y su amabilidad al recibirme. Saludos.
Emotivos mensajes y cartas de Carmen, que nos llevan al recuerdo de personas queridas. No conocí personalmente a Gonzalo, pero era él quien subía al Diario en aquellos días lo que yo remitía a caballo entre Bilbao y San Salvador. Historia terrible la de Ruanda y por encima del dolor y la tragedia, personas, casi anónimas o desconocidas, siempre dispuestas a ayudar en todas partes. Gracias, Carmen. Buena semana.
Gracias, Carmen, por seguir recordando a Gonzalo. Hoy me gustaría comentar un hecho de su vida que casi nadie recuerda. Año 1967. Colegio Castilla Marista de Palencia.Sexto curso de bachillerato. Un joven profesor de literatura, Gonzalo,irrumpe en nuestra aula para introducirnos en los recovecos de nuestros autores más esclarecedores. Por primera vez en nuestra vida alguien nos habla de Machado, Valle Inclán o Cervantes, y lo hace a través de textos escogidos. Y nos habla con naturalidad, todo lo contrario a lo que nos habían explicado en cursos anteriores frailes verdaderamente iletrados. Gonzalo era despistado, sobrio pero buena persona, y nos trataba con consideración. Al llegar la Navidad, el director comprobó que la asignatura con las notas más altas era Literatura. Por pura falacia, por pura mezquindad, por puro analfabetismo funcional, este director pagado de sí mismo decidió revocar el contrato de Gonzalo y echarlo con cajas destempladas. Mala época aquella para protestar. No existían lo que hoy entendemos por derechos. Gonzalo se fue, nadie nos explicó por qué, lo sustituyó un fraile llamado Pablo Villalba, que nunca había leído un libro, y que dedicó el resto del curso a obligarnos a memorizar sin orden ni concierto obras literarias y nombres de autores, eso sí, escondiendo a aquellos escritores que fueran contra la moral y las buenas costumbres (o sea, la mayoría). En algunos de nosotros, púberes adocenados, Gonzalo nos abrió la espita del interés por la literatura. Su recuerdo me acompañó en mis primeros escarceos universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Y hoy, nuevamente, Carmen Arroyo me ha vuelto a recordar a aquel palentino ilustre, modesto y pinderado. Gracias.
Haces bien Carmen Arroyo al recordar a uno de los grandes, saber cosas de Gonzalo, que descubro contigo, así como la impagable labor de su hermana en Ruanda. Descubro nuevas anécdotas en los comentarios de Javier Terán y de Enrique Guzmán, que desvela la grandeza del maestro al enseñar literatura. Tuve el gran honor de conocer y tratar a Gonzalo, al igual que Terán, en la antigua redacción del Diario Palentino, y años después en la nueva sede del periódico. Gonzalo siempre me atendía y me animaba a escribir. Memorable su toma de posesión como académico con un discurso basado en la toponimia palentina y los dichos y palabras populares, que sorprendió al público asistente, como aquel discurso con motivo de la exposición Expo-Aire en la Huerta de Guadián que ensalzó a este parque y dio a conocer sus orígenes de manera admirable, como todo lo que redactaba, escribía o narraba en sus apariciones en TV Palencia.
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