Carta a Don Miguel Frechilla
Conocemos a las personas a través de sus actos.
In memoriam
No pude más, recogí los libros y salí llorando de aquel aula. No me avergüenza reconocerlo.
Bajé las escaleras y me senté en el descansillo con la cara entre las manos; trataba en vano de controlarme. No quería bajar a la calle en aquel desconsuelo.
Entonces una mano se apoyó en mi hombro y oí su voz, tranquila y dulce, diciéndome:
-“Cálmese”. Y añadió: ¿Necesita Ud. aprobar por algún motivo de trabajo?...
- No señor, contesté, únicamente estudio porque me gusta...
- Bien, dijo, cuando llegue setiembre llame a este teléfono, unos días antes del examen. Veré cómo lo lleva en mi casa, quizá así se templen sus nervios-.
Lo hice y en la calle Teresa Gil, bajo la mirada de unos ojos negros que pintara Romero de Torres, toqué los estudios y la sonatina que Don Miguel me iba pidiendo. ¿Por qué estaba serena en aquellos momentos? Don Miguel hablaba quedamente con mi marido, a la vez, no perdía detalle y corregía mis errores. Su voz era la de un buen amigo que aconsejaba. Me examiné a los pocos días y aprobé. Sigo de alguna manera con la música, toco, pero no me examino. Mis hijos terminaron estudiando piano, ambos profesores y, a pesar de las dificultades, viven y sienten la Música como una vocación. Creo sinceramente que Don Miguel ya está en el Cielo dando conciertos para ángeles y santos. Hasta el Padre Dios se habrá alegrado de tenerlo tan cerca para deleitarse con su música.
Don Miguel, querido Don Miguel, que la paz llegue a todos los suyos y que su memoria siga acompañando nuestros días. Emocionadamente...
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4 comentarios en el blog:
Un muy emotivo relato, Carmen, que emociona en tu narración y también en el resultado final con el que finaliza. Y donde se aprecia también un amor por la música a prueba de todo, incluso de nervios ante un examen mano a mano con el piano. Claro que la bondad del profesor, lo humaniza todo. Me ha encantado. Saludos.
Recuerdos imborrables de una niña/mujer plagada de evocaciones maravillosos. Todos hemos disfrutado de algún profesor como don Miguel, tan humano, tan humilde . El sufrimiento de aquel día de examen le supuso seguramente a Carmen un paso decisivo en su evolución humana. Es loable, además, el no olvidar a quienes nos trataron con humanidad en nuestra infancia y pubertad.
Buenos días Froilán
En el Curiosón de esta semana dos cuentos, o dos relatos, o dos vivencias, no sé cómo expresarlo. Pero lo que sí sé es de la grandeza de obtener lo mejor de cada experiencia, incluso de las más difíciles. Si además te lo transmiten con ese sentimiento... Qué grande es tener, amigo Froilán, estos extraordinarios colaboradores.
Si Don Miguel Frechilla, ese “gran profesor y excelente concertista”, pudiera leer esta carta tuya, se sentiría muy agradecido al ver como reconoces sus ánimos, interés y apoyo en aquellos días que no olvidas.
Quienes leemos tu carta nos sorprende y valoramos tu tenacidad y amor por el piano y la música a esa edad que seguro valoró también Don Miguel, y también aquellos niños, adolescentes y jóvenes que se examinaron contigo.
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