En Vado con Modesto

Yo quería dejar constancia, a través de los protagonistas, del desempeño del trabajo en aquella isla que me parecía la montaña, rodeada por todas partes de dificultades y distancias. Y algunos oficios que con el paso del tiempo nos da la impresión de que han perdido su razón de ser, como el cartero. “Con todas esas historias del progreso, la gente ya no escribe cartas”. Eso me dijo Modesto en Vado, a las puertas de su casa, cuando todavía no se recibía internet, ni había redes sociales, ni nos encandilaba ningún gurú. Pero Modesto ya percibía el cambio antes de que internet llegara a los móviles en 2005. Yo creo que ahora se escriben más cartas que antes, llegan en unos segundos al destino y no hay viento ni tempestades que lo impidan.


Modesto Fuente | Cartero | Vado
Norte de Castilla, lunes, 4 de noviembre de 1996

Eso si, como las fotos, se van acumulando y acaban perdidas en una carpeta que no volveremos a revisar en años. Incluso, cuando ha pasado un tiempo, para ganar espacio ante un evento nuevo, echamos a la papelera todo lo que se ha ido amontonando en la memoria sin revisar. “Mi padre fue cartero toda la vida, -me cuenta Modesto-, hacía el Servicio con una burra y cobraba setenta y cinco céntimos.” “Yo cogí el oficio por herencia, iba en bicicleta a llevar las cartas y ya ganaba 240 pesetas al mes.”

Suele ocurrir y con más motivo entonces, que algunas cartas tardaban mucho en llegar a su destino, pero Modesto asegura que, normalmente, se entregaban en el día. “Yo las recogía en la estación y hacía el reparto enseguida, si exceptuamos algunos días de invierno”. Le pregunto también por el Concejo. A veces, en pocos kilómetros, cambian las costumbres, aunque son muy similares a las que se manejaban en todos los pueblos de la montaña. “Antes todo se limitaba al trillo, al arado romano. Llegaba el invierno y todo el pueblo a hacer arreglos de caminos, a enderezar portillos, a recoger la leña…”
Al final de la entrevista llega ese tiempo para la nostalgia. Quiero saber si tuvo alguna oportunidad para emigrar en un tiempo en el que todo el mundo emigraba, y la respuesta ya te deja pensando: “Es verdad, yo me pude haber ido, pero aquí está todo lo que amo”. Por amor se puede cambiar el mundo, como dice una sonada melodía.







LA MADEJA

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3 comentarios en el blog:

J. Javier Terán dijo...

Hay en tu Madeja de hoy, Froilán, que impregna la vida de quienes aún residen en nuestro medio rural, porque nunca lo abandonaron a través del tiempo, aunque éste mantenga consabidas carencias en el día a día. Y es esa que te confesara en su día Modesto Fuente, el que fuera cartero de Vado (al lado mismo de Cervera), de que "es verdad, yo me pude haber ido, pero aquí está todo que amo". Una frase que lo dice todo y que nos ayuda a reflexionar sobre este particular tema. Saludos.

Antonio Riaza (wassap) dijo...

Buenas tardes Froilán
Hoy La Madeja nos trae la nostalgia del correo antiguo, y con él las cartas que escribíamos. Llegaban algo más tarde que las aplicaciones de las redes sociales, pero tampoco tanto, uno o dos días. Pero las cartas estaban escritas con cierta poesía, siempre decían algo con corazón, muchas tocaban sentimientos y se guardaban, y algunas eran tan buenas que se publicaban. Las expresiones y nuestras comunicaciones van siendo tan solo informativas, escuetas, y con palabras a las que faltan tantas letras que parecen inventadas.
Y, además, el cartero es un frío cable que ni vemos. Los tiempos cambian, muchas cosas pasan al olvido y, en ese olvido incluimos olvidarnos del corazón.

Alfonso Santamaría dijo...

Leída la historia me impresiona el trabajo de los dos carteros en “aquella isla, rodeada por todas partes de dificultades y distancias”. Me he imaginado la película del padre de Modesto Fuente, repartiendo en burra la correspondencia, mientras Modesto, que heredó el oficio de su padre, repartía las cartas en bicicleta. Difícil trabajar y vivir en esa isla, el que podía emigraba, pero Modesto no quiso nunca dejar su pueblo porque lo amaba.

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